viernes

atravesando

El oráculo me había hablado. Un pregunta por semana durante tres semanas. La pregunta de hoy me ha callado. Respiré hondo acariciándome con un rayo de sol. Abrí los ojos. La viga está a punto de quebrarse. Preponderar. Cruzo un puente que cruje. Cada paso es una posibilidad más de caer. Cierro los ojos. Doy un paso. Abro los ojos. Otro paso. El sol comienza a iluminar mi mañana y sólo sé que debo cruzar el puente. Doy tres o cuatro pasos sin mirar hacia abajo. Para no imaginar caer. Para alejar el vértigo. La mirada al frente. Las maderas chirrían a cada paso. Parece que los clavos no soportan más pero no he llegado a la mitad. Es apenas el comienzo. Cómo cuándo comencé a caminar. Primero a gatas. Tentando las manos hasta lograr subir brazos y pies. Aprender lo desaprendido en cada comienzo. Un pájaro se posa en mi mano. Me da miedo. Pero me canta. Se alegra y se marcha dejándome ahy a la mitad del camino. No tengo certeza de haber llegado a la mitad, lo supongo pero aún me quedan pasos para llegar. El pájaro ha mantenido los palos sin chirriar un par de pasos más. Sólo un par. De ahí he vuelto a tener ese apretón estomacal de encontrarme en esto. Me llevo el río, me lleva el río. Canto mientras miro alrededor buscando si es que hay alguna salida: un pez me grita y yo nunca lo escucho/ y desaparecer es lo que me aconsejan/ huir de tí, salirme de tu senda. Los pasos con apretón son más livianos, me digo y avanzo dos pasos más sin pensarlo de nuevo. Dejaré de pensar para avanzar. Pero no necesito ir rápido ya estoy llegando a la mitad. No hay vuelta atrás. Dar un paso en falso aquí puede ser mortal. Resistirse a la caída es casi como volar. No puedo voltear porque podría terminar perdiendo el equilibrio pero debo seguir. En este instante sobre la balanza me acerco al centro. Soy el centro. Tú estás al otro lado. Detrás o delante. Estas en los extremos. Quisiera que te alejaras así se alejaría el miedo. Pero quiero que me esperes allí también. Me darás un abrazo. Las cuerdas de este puente cuelgan. Mis manos son tan frágiles en la inmensidad. Frágiles y fuertes capaces de llegar al otro lado. El miedo comenzó- ya te lo había dicho o quieres que te lo repita- comenzó en el miedo. Esa primitiva sensación que viene y está en ese paso. Atraviesa. Traspasa las capas, los pies, las moléculas. Ya sabía que lo líquido está. Es así. Casi siempre. Es ese estado en que las moléculas se encuentran en estado de atracción. Menor independiente de la presión. El miedo. El miedo del medio poco a poco lo camino. Cada paso determinante. Con fuerza. Este puente es camino. Y por mi camino voy. Un ovni se pasea por el cielo invitándome a dar un paseo. El puente se mueve por la fuerza del viento. Ellos no me ven. Solo siguen su camino. Estoy sudando. Le faltan pedazos a este puente. Miro hacia abajo y no caigo. Miro al frente. Un punto fijo. Respiro. En este instante un ovni no es lo que quisiera. Otro día puedes llevarme. Hoy no hay tiempo para secuestros express. Respiro. Las moléculas de oxígeno me harán desapercibida. Me detengo. Moléculas entran, fluyen. Exhalo. Confluir en la nada. Punto fijo. Respiro. Espiro. No veo que me sobrevuela, al volar no me ve. Usted, le dije. Deje de mirarme, por un tiempo. Por unas vueltas en el aire. Déjelo así que esto está jodido. No se da cuenta. Pero esto está jodido. Tiene que salirse del otro lado del puente. De lo contrario no lograré llegar. Te me atraviesas y no quiero eso. Salte del medio salte del miedo. Te salto y sigo mi camino. Saltando logro evadir los agujeros del puente. La madera cruje. Las cuerdas ceden. La altura me pega. Quiero vomitar. Tomo un trago de ron y lo escupo. Me revuelve la bilis. No pensaba que podía tener vértigo a estas alturas. Escapaba de mi imaginación. Llevo años decenios siglos subiendo alturas. Sola. Salto. Sola. Salto. Contengo la respiración y aprieto el centro de mi mano izquierda. Me he puesto nerviosa. Es sólo un pensamiento fugaz. No puedo estar nerviosa a esta altura. Es apretar el centro de la palma derecha. Me confunde. Visualizo la señora que un día me enseñó, ¿cuál mano? Salto. Salte. Saltas. A estas alturas. Siento ganas de orinar. Es gracioso orinar en un puente. Me abro de piernas y el líquido sale de mí. Lo veo caer. Mi cuerpo podría caer como la orina. La madera se moja. Al vacío. Me escurro. Parece que peso menos. Más liviano. Soy de helio quiero flotar. Salir volando en un globo pero sé que al final de este puente tan extraño sigue el camino. Y quiero seguir sabes. Solo que no se cuál es la página que debo pasar ahora. Ni cuando comenzare a escribirla. Una rata ha cruzado el puente. Me ha pasado por al lado y ha llegado primero que yo. Ella sigue su camino. Pero ha dejado su rastro. Rastro de rata. He de seguirla. Una sobreviviente. Las ardillas también son ratas. Los murciélagos comen ratas. Ratas y ratas. Hay algunas más vivas que otras. Recuerdo esa rata que vino a vivir conmigo, cuatro meses de convivencia. Hasta que un día, sola se fue. Pienso en cualquier cosa porque no sé qué hacer con el crujido de la madera. ¿Debo apurar el paso? no seguiré el rastro de la rata, esta vez. Es posible que me lleve a mal camino. Pareciera que peso menos pero la madera cruje más. Otro paso y veo un agujero. Debo saltar. Temo saltar. Salto el agujero y caigo en el puente. Se nota que es fuerte a pesar de sus maderas roídas. Falta poco para llegar al otro extremo. Pero no puedo cantar victoria hasta salir de este precipicio. Me come el vacío me llena el vacío me saca el aire del estómago. Camino sin mirar atrás avanzo hacia el vacío y llego a esa sensación de ser un punto diminuto en algún lugar de miles de otros puntos que suman punteadas en el punto preciso donde me encuentro. Camino hacia el vacío y siento tener el control de algo muy grande. Al capturarlo en mis manos pasa a la pequeñez. Estoy sobre el puente. Bajo el puente. Al lado del puente. Soy un puente y todos caminan sobre mí sus pisadas de miles de siglos sobre mí. Pesado pasado pisado sobre la madera de mi cuerpo de mis extremos. Soy la comunicación entre dos mundos. Un puente de guerra o un puente de paz. La comunicación sólo es posible en esos polos. O estamos en guerra o estamos en paz. Ya me había dicho que preparara el ejército y esta cruzada sería la de un siglo. Dos siglos. Si yo eligiera, viviría en paz. Más yo no pude elegir. Sólo preparación. Varios siglos de guerra. De edificios abandonados. Cadáveres y vestigios por todos lados. Y el puente allí imponente armable en 3 días. Justo para conectar con sus clavos aceros maderas cuerdas. La guerra puede durar décadas. Hay que detenerla pero como. Haciendo la paz. La reconstrucción de la entrega. La fluidez melancólica de la partida y la llegada. Entrego construcción de momentos. Caigo en el recuerdo de la época de paz. Comienzo marcando la línea del puñado de clavos que me enterraste. El acero estabilizó. El olor a ciprés cautivó nuestros sueños. Ahora sólo utilizo una cuerda tratando de atar lo que no partió. Cómo atarme al puente para no salir volando. Laceo lo más lejos que puedo y quedo cerca. Intento otra vez. Sigo intentando llegar lo más lejos para marcar el resto de pasos que haré. Pero pronto quedo colgando al aire. He caído. Pero mi mano me sujeta. Luego la otra. Estoy cayendo y se ve lejos el fondo. Pero no caigo. Una fuerza interior sale de mí. Me envuelve mi interior. Recordarte de lejos así de lejos lejos alejándome poquito a poco a punto de caer en tu recuerdo pero no caigo no caigo. No te llamo ni espero tu llamado. Solo sigo aquí Voy a caer, pero no caigo. Miro el precipicio. Cuántas veces lo miré pensando en tirarme. Tomar el impulso. Lo más fácil habría sido tirarme. Lo más difícil es olvidarte. Queda poco del puente. No sé si tendré energía para llegar. Esa fuerza interior se debilita con la exhalación. Debiera ser al revés. Debiera sentirme más fuerte con la inhalación. Pierdo fuerza. Cada vez pierdo un poco más. Pero la guerra sigue en pie. La bandera no se ve flameando. Ahora tengo que ser un arácnido para poder llegar. Construir la tela para alcanzar el otro lado. Son varios rayos arácnidos tejiendo. Como las abuelas. Sin parar. Sin dejar que un segundo suceda vacío. Tejo cada punto contando alargando el camino. Me encuentro con clavos marcan las puntadas. Un punto un clavo un punto un clavo. Los dejaré puestos para ver si llegan más hondo. Por ahora puntadas sin hilo. Puntadas con clavos. Puntadas con hilo. Puente de clavos arácnidos. Aprieta más la soga. Mis muñecas maniatadas me impiden avanzar. Debo esperar. El viento soplará y me llevará al otro lado. Este puente me ha dejado atrás. Atrás dejado ha puente este.

jueves

a veces

Abro los ojos. El cielo me sonríe. Una lágrima sale de mí más una sensación de revoloteo estalla. Revuelta de carnero. La sensación de haber dado vueltas y vueltas en un día de encierro. La sensación de estar en el borde y dudar si hacerlo o no. La duda, una vez más. Es tiempo de dejarla atrás. Mirada segura, ¿optimismo voluntario? El cabello crece y crece. Cada vez fiel a las tijeras y el olor a miel de la cera que limpia cada poro de mi cuerpo. Bolas de pelo salen de mis peines. Los cabellos en la toalla, cabellos en la almohada. Llevarlo suelto al viento. Cabellos en la axila. Cabellos en la entrepierna. Pero puedo controlarlos. Sentir el crecer y cortar infinito del cabello. Me dijo una tía que el cabello no se corta sólo se enreda entre mis dedos, tu cabello. Las ondas que generas desde tu cerebro encrispan mi panza. Cabello castaño. Cabellos en las piernas protegen del invierno. Pero yo suelo cortarlos, de un lado. Darle forma a los cabellos de la pierna es difícil y antiestético. Hay que sacar cada bello, cortar los que no salen. Dejar la piel viva. Algunos salen de los dedos de los pies. También se cortan pues se ven feos. Todo el cuerpo sin bellos menos la cabellera larga y frondosa de la cabeza. Así está el cuerpo. Sin bellos. Con órganos. Inflamación. Expulsión. Sin órganos. Con bellos. Mi cuerpo está así. Con bellos en todo el cuerpo salvo mi cabeza tiene corto y melenudo. A veces me lavo el cabello, me agrada mi olor. Cada cierto tiempo les agarro cariño más no los quiero sacar. Ni que me los saquen. Mientras más los dejo crecer menos los veo. Y así también a veces ando a piernas peludas. Peinar los bellos de las piernas. Y las cejas. También hay que sacar algunos de las cejas para dar la forma. El rostro. Si se cae una pestaña puedes pedir un deseo. La colocas sobre la yema de los dedos gordos. Tu yema del dedo gordo y la mía. Quien se quede con la pestaña se le cumple el deseo. Así jugamos. Por el deseo de juntar tus bellos con los míos. Y de repente quedarse sin pelos sin bellos de la nada. Acercas tus yemas buscando las mías. Llevas tus yemas siguiendo las mías. Vas caminando sobre mi palma, sigues por la muñeca. Te encuentras en el codo y lo recorres haciendo remolinos con mis pelos. Das vueltas por mi brazo deslizándote sobre mis pelos. Bailan los bellos y las yemas. Bailamos al ritmo de nuestra respiración, yemas y bellos. El baile no se detiene. Cada vez nos enredamos más. Más. Más. Se me paran los pelos. Aumenta la respiración. Poros abiertos. La vuelta de carnero. Saboreamos el néctar. Estática. Todos los bellos erizados. Un electrocutazo. Luces estroboscópicas. Electroshock. Corte en la respiración. Dolor en el esternón. Electrocutación de idea uno. Punzada en la sien. Piel de gallina. Corte en la respiración. Electrocutación idea dos. Punzada en la sien. Hormigueo en los dedos sube por el brazo. Siento hormigas en la columna. Despierto de un somnífero, abro los ojos, sudado el cuello la frente del otro mundo. De cuantas capas de piel está hecho nuestro cuerpo. Cuántas pieles de mi te han cubierto. De tu piel me cubría. Hasta que ya no más. Ahora café sin azúcar más bien papelón. El papelón lo produzco tú lo incitas. Mi cuerpo se descuera de tus capas. Tú lloras pidiéndome que no meta más el dedo en la llaga. ¿Cuántas llagas me hiciste? Heridas que aún no cierro. Cada una de ellas es una lágrima que corre por mis mejillas. Mi dedo se descama, es posible que pierda las uñas. Las capas de piel se caen por el sol. Las quito. Como si cada piel es un momento quiero borrar todos los momentos. Borrar mi piel. Desaparecer. Pero no. La corriente del agua desplaza fluidos. La palmera que me da sombra me invita a colgar una hamaca. Otro café sin azúcar, enciendo un cigarrillo eligiendo dónde. Cuál será el lugar preciso, si aún podemos hablar de precisión. Precisamente desaparecer es lo que la hamaca me entrega. Me subo y balanceo. Un ir. Venir. Ir. Venir. Ir a ninguna parte. No buscamos llegar a algún lugar, tampoco. Era solamente el sentarse en la hamaca y balancear. Balancear un rato como no sería más. Porque no nos encontrarémos, no iremos. No hay otro lugar para nosotros. No hay. Mientras los gatos corren a mi alrededor... en busca de sobras para alimentarse . Encuentro el punto de equilibrio. Flotando en la hamaca. Otro cigarrillo. A veces quieres ser gato o perro. Oliendo el rastro. De lo que ha quedado.

miércoles

la flor se abre

Doy pisadas in crescendo. Paso a paso respiro profundo. Intento en cada pie puesto en el suelo dejar una lágrima atrás. No puedo. Acelero, quiero correr liberándome. Las paredes me preguntan ¿qué estrella cae sin que nadie la mire? Charly dice que ya no hay noches estrelladas. La única respuesta es que siento que no me miras. Siento que cada latido es alejarse un poco más. Mi corazón va lento y quiero prenderme fuego. Tirar una piedra desde arriba de la escalera y bajar corriendo. Dar en el blanco. Tiro al blanco. Así juegas a darme puntadas. Una puntada una puñalada. Una puñalada un chorro de sangre. Sangre llega al violeta. Me falta oxígeno y corro sin respirar. Ansias de caer. Cae la verdad. Cae una estrella. Cae mi párpado. Cae La nostalgia. Cae el cuerpo al final y al principio para desaparecer. De la nada. En el alcance de la palabra. El código nuestro dónde queda. En que rincón de la silla aquella donde nos sentábamos a beber cerveza. Mucha cerveza. Espumosa. Y el cuerpo ahy en medio de todo. En la confianza de saber que eres mi pana y en esta noche todo está positivo. Porque creemos. Nos creemos. No se trata de verdad o de mentiras, más bien es sobre el hilo de fuego que vamos atravesando. Todos haciendo equilibrio en la cuerda floja. Mirando un punto fijo. Concentrados. Creo que voy a hacer gárgaras. Escupir, limpiarme para seguir tomando la solera verde. Si cambio a vino mezclo y si es tinto es el desastre. Pero todavía no es la hora. A lo mejor podría adoptar una tradición, inglesa, irlandesa, mejor francesa y tomar blanco de atardecer. Adoptando esa tradición también debiera comer quesos hediondos, decir y sacarme los pelos de la lengua. Decirte lo que he callado. Lo que mi cuerpo habla he intentado. Más intentar qué, si tú ya nada ves. No me ves y no te ves. Sólo miras el cielo, yo miro el mío y llueve. Torrencialmente. Viene un relámpago y me da en el ojo. Encandilación. Otro rayo. Destello. Le sigue un trueno. Explosión. Silencio. Silencio. Si hemos de explotar que la calma venga. Necesidad de calma. ¡Oh! lluvia ven a limpiarme. Limpiarnos. Cae la tarde. Sí porque a tí te deben sacar la mierda que te tiene embobado. Cae la ilusión. Caen los sueños. Cae la elección. O es que tú has elegido vivir así. No. Dijiste elegir no querías. Si no sólo vivir. Veinticinco noches hace que habías dicho ser la mujer con la que elegiste pasar tu vida. Cae mi vida. Cae la luna. Caigo estallan las olas que. Caigo champán la espuma del. Caigo en cuenta que no eres capaz de decirme. Cae la confianza. Cae todo un cúmulo de sentimientos encontrados. Algunos manchados por el recuerdo. La enfermedad del recuerdo. Pero aún así soy de acero, sabes. Sensible al fuego. Me fundo caliente, hiervo. Podría arrancar un tajo de tu piel cuando me vuelvo metal fundido. Pero no. Tu piel despierta en mí el deseo. El amor. La ternura. Los días pasan, y poco a poco voy a congelarme de frío aunque la sensación térmica sea de 40 grados centígrados. Me queda una página por leer esta noche. Otras tantas por escribir. No estoy a tu lado a la luz de la lámpara. El cuerpo ya no está aquí. Allí. Cae mi exhalación. La mesa de luz tintinea. Mis ojos están nublados. Respiro sin eco de tus respiros. Mi deseo despierto. Me tiemblan las piernas de tocarte. Despierto en mis deseos. Sé que nadamos. Sé que nado mejor que tú y por ahora me encuentro contra la corriente. Me hundo. Salgo a flote. La corriente tiene reglas. Sin consultarme cambiaste el rumbo. Resbalaste. Te lanzaste por resbalín esa tarde en el cerro. Sonreías. Llegaste triste. No me habías llamado en días. Ya no necesitas mi amor. Lo sé. La verdad me duele en carne. Esa carne que antes comíamos ahora nos come. Comensalismo. Uno tras otro entran al cuerpo pedazos de carne. Una especie devorando a la otra. Sangre regada por todos lados. Mi menstruación llega de repente. Sangro poco a poco. Es que somos carne. Las verduras se han marchitado. Habrá que ir al huertecillo. Unos cilantros y comino para la carne. Las verduras aparte, sí sí aparte para que no les caiga sangre. Claro tu tan creativo ya piensas en pintar las paredes utilizando un tono presente un degradé futuro y la línea suave para el pasado. Yo marco puntos, puntos gotas de mi sangre que chorrea. Ya no es sangre roja. Ya no es sangre. Ahora soy plasma. Un estado indeterminado pero me encuentro en todos mis lados. Dejé de comer carne y los electrolitos corren por mis arterias. Conduzco la electricidad entre estrellas y cinturones. Me conduzco por pasillos cerrados pintados de dolor. Miro al cielo pero no lo veo. Dejo mi sangre marcada en las paredes. Pinto mi dedo y voy dibujando líneas, círculos. Imagino un amanecer. Tan sólo un día de rayos de sol iluminándome. Estoy en una esquina del laberinto y no sé qué dirección seguir. Siento plasma fluir por mí indicándome la dirección. Positivo. Negativo. Positivo. Negatividad. Estado transicional. Me has helado. Soy un cubo de hielo. Hielo seco. Burbujeante en el agua. Las heladeras llenas de helado por cierto el helado argentino el mejor del mundo. Artesanal. Frutilla zambayón. Nada mejor para el invierno que un helado mantecado efe. Con bluberry deshidratadas. Mezclado con nueces. Helado cremoso. Siendo hielo seco si me tocas te quedas pegado. La piel se te seca al toque y te duele. No me toques en ese instante del hielo seco porque te quedarás pegado. Pero el hielo seco se disuelve en el hielo de tu copa de vino. Y todo es frío aunque hayan 45 grados centígrados. Tropical. Y me tocas. O no me tocas. Humo de hielo seco para enfriarse la calentura de la duda. Confusión de cuerpo caliente. Palabras gélidas salen de tu boca. El helado me sabe café amargo. Un mate por la mañana. Amargo. Así han sido mis noches y amanecidas. Otro sorbo de mate. Amarga permanencia. Efímera presencia. Ya te dije que no me toques. En tus aparecidas sólo vienes a eso. Me siento usada. Mi útero lo dice. ¿Eres capaz de darte cuenta? Mi ovario ha detenido la producción en el día cuatro. El hielo las ha penetrado. Las trompas tratan de derretir el hielo con tu cuerpo caliente. La flor se abre en su aroma y la abeja viene a chupar. Miel. Toda la miel que hay entre nosotros. Cítrica empegostada de manos. Miel revolcada en saliva. Miel quieres pura y dulce. Más nada solo para tí. Oh que elegancia. Te serviré una taza completa para que no olvides el polen. Ni el propolio, ni la cera, ni la jalea real. Esos sabores de apicultor . Esa miel no es como la de los abejorros que perforan las paredes. Este nido de abejorros quiere invadirlo todo. La invasión es lo primero y tú dejas que invadan. Las abejas no invaden la vida de los demás. En cambio las avispas. Chupan sangre. Muerden sacando pedazos de carne. Una avispa llegó. Tu vida. Más yo pienso en nuestra vida invadida. Lo permitiste. Te Dejaste. Adiós que te vaya bien. Que te muerda un perro dicen por ahy tu cerebro retorcido. El avispero mayor. Y que no se te olvide ni el propolio ni la miel ni la cera ni la jalea real ni el polen ni el agua cuando fluyo.

martes

si he de construir un monumento

En qué momento la distancia se hizo cercana. No lo sé. Tampoco puedo definir que día exacto dejé de ser abeja para convertirme en hormiga. El vuelo de chupa flor no es distinto a la marcha con la carga a cuestas. Cada flor sabe distinto. La tierra sigue girando y yo solo puedo recordar las flores de mi vida pasada. Mi aliento a propolio ahora devora fragmentos de chocolate en el suelo. Mi traje amarillo ahora es solo negro. Y no tengo alas. Pero me he dado cuenta que puedo cargar muchas hojas y cosas que quiera en mi espalda. Sigo siempre muy pendiente del rastro de mis hermanas. Y todo para la casa. Todo para cuando llegue el otro día y esté llena la despensa. Qué hay. Qué no hay. En qué momento la cercanía nos distanció. Hay que ver cuándo fue. La luna no responde a esas preguntas, más bien me blanquea. Dejé de ser hormiga o la sensación hormiga me dejó. Es algo para revisar en las cartas del tarot. Las he retomado, entre una y más dudas conviene mirar las estrellas y las cartas. Alguna verdad estalla. Los caquis eruptan por la ventana. Ya no quedan hojas en sus ramas, sólo frutos que vendrán. Las hojas las cargo en mi espalda. Viene el momento que las aves los devoren. Nos devoren. Uno que otro picaflor revolotea. Mis ideas aletean como gusanos a la luz. De dónde proviene mi luz. Las ramas se sacuden al viento, siempre contentas. Del interior me dice la respiración de fuego. Fuego de mañana, hervida a mediodía. Las pisadas en la escalera despiertan mi noche. Despierta. Despierta. Escaleras de madera crujen en cada paso. La noche se adentra y los murciélagos comienzan a revolotear los cambures. A tomar agua del pozo rápidos en su vuelo. Esta oscuridad iluminada se sostiene viendo al tiempo los satélites brillar, y los murciélagos. Cada cual sigue su rumbo. Sombras de la noche en cada paso. Sabes cuántos libros se utilizan para sostener la pata de la mesa. Quizás los más importantes. Pero ya una vez todos distribuidos cada uno con el suyo en la mano procedemos a decodificarlos. Algunos van otros quedan en la memoria más fijos. Y aparece la ficha, la cita en su más pura expresión. Algunas veces nos hemos comido las comillas tal vez por hambre de humildad. Tal vez sea el hambre de curiosidad. La noche mastica lentamente mis sueños y no puedo conciliar. Es la oscuridad la que me invita. Me persigue. Escucho un búho a lo lejos y sé que ya es tarde. Tarde para comenzar la noche, tarde para seguir esperando. En la oscuridad los pensamientos fluyen. Recuerdo el día en que llegué aquí. Recuerdo haber tenido amigas. Recuerdo haber pasado días soñando despierta. Recuerdos mezclados en sueños. Sueños transformados en negros senderos. Los pasos crujen en las escaleras. Los senderos tienen una huella. Si llueve, desaparece. Así también crujen las pisadas sobre el piso de madera. Así con las casas de madera. Cobijo. Refugio. El silencio de la oscuridad es preciso para calmar los tormentos. El búho corta la cortina negra. Continúe. Continuamos. Tomo de la mano a la oscuridad. Venía detrás mío. Cuando los pasos crujieron a mi lado, llene mis pulmones. Exhalé con fuerza. Ese impulso me llevó a dar media vuelta, la enfrenté. Le pregunté el porqué de mi persecución, cuál era su fin. Una exclamación fue su respuesta y supe que no tenía salida. No podría avanzar por sobre mí. Tomé su mano y le mostré el camino. Para caminar en la negrura es preciso tener memoria. Para tener memoria se debe estar atento. Para la atención se requiere coraje. Precaución. Sigo de la mano de la oscuridad de la noche. Los murciélagos continúan su revoloteo. Mosquitos. A lo lejos una luciérnaga hace juegos de luz. Entre la oscuridad y la luz yo. Mi cuerpo. Doy pasos en estas escaleras que me llevan al fondo de esta torre oscura. La lluvia está cerca y alegra los corazones. Refresca el alma. Decido salir a mojar mi cuerpo. El rocío despierta mis papilas gustativas. Saboreo el aire me envuelve esta noche. De hipótesis poco probables. Recuerdos que agujerean mi cabeza y taladran las sienes. Dejarlos pasar ya que sigo de la mano de la oscuridad. Quiero ser hormiga de nuevo. Pero eso de volver a las vidas pasadas, nada. Siempre adelante. Siendo hormiga una gota puede ahogarte. Siendo humano si es que lo soy o en qué especie ando en estos días. Todo se trata de armar el monumento. Cuándo dónde en qué galaxia. Bueno la estamos buscando. Paso la cuerda que llega al final de la torre. Queda solo ese gran ventanal que me dice. Acaso tú quieres volar. No sé si de volar frente al ventanal se trate o de enfrentarme de nuevo a la oscura que llevo aquí detrás. Le he dado la mano y ahora se ha enamorado. Pero como no enamorarse si le ha dado un beso. Si yo le pedí amor. Bueno sigamos en el monumento entonces. Al final de la torre estaban ese montón de garabatos en las paredes. Para armar el monumento se precisa buscar ciertos materiales. Un árbol para comenzar. Por ahora este lo encontramos en nuestra galaxia. Nada de semillas. Trasplante. Sus raíces son el ingrediente con el que debemos sentarnos a pensar. Aunque sea un poco desfachatado para el árbol, es lo que tenemos que hacer. Aunque a oscuras el árbol no nos dirá cómo continuar. Debemos esperar que se haga de día. A oscuras aprendemos a mirarnos. Así aprendimos a confiar en el otro. A tientas. La luz parece ser un privilegio para quienes manejan los fusibles. Mientras el cable esté roto la energía eléctrica no llegará. Esperamos la luz. La fotosíntesis puede alimentar al árbol. La luz del día. Más de 24 horas sin tocar la energía eléctrica y comienzo a desvanecerme. Fusible dónde estás. Volver al estado primitivo es lo que nos queda. La oscuridad enseña por donde hay que mirar. La clorofila del árbol nos indica el camino. Tenemos que armar el monumento. El camino puede ser intrincado si le damos más vueltas. Es una noche sin luna y pocas estrellas se han aparecido. Me duele el cuello de mirar por una fugaz. Me dijo que esa nos guiaría a los siguientes materiales. Aún no aparece. El árbol es mi asiento y lamento. Ya sé que las lucecillas eléctricas no le van a este árbol. Tendré que armarme un camino de velas. Escribiré tu nombre. Te sentirás llamado. Las luciérnagas... continúan algunas en su revoloteo. Espero que el árbol de sus frutos. Ya su existencia es mi punto de referencia. Escucho sutil tu nombre en voz baja. Sé que me escuchas también. El hielo se deshace poco a poco. El agua fluye agitada buscando un camino. El camino verde en el que vamos de la mano. El trazo no está trazado más del que el árbol dibuja con sus raíces. El búho ha desaparecido a estas horas y no sé cuántas han pasado. Si pasan las horas o es que yo soy la que paso. Paso a paso. Paso lento voy hacia la construcción del monumento. Requiero ladrillos que sienten las bases. Unas rocas. Unos peñascos. Algo. Sin una base firme cómo ha de sostenerse. Más la pregunta es cuán es su firmeza o si esto me produce extrañeza. Coloco la primera piedra. Luego la segunda. Un monumento sin fronteras. Alzo la bandera de la libertad y la brisa la hondea. Un cristal de cuarzo marca la hora del reloj solar. Ya no sé cuantos pasos he dado solo sé que faltan muchos por dar. La oscura sigue pegada a mí y baja la temperatura. Está bien entrada la noche. El cielo coloreado de azules rosados aguarda el amanecer. La libertad infinita. La tierra es del hombre que la trabaja. Del que se afinca a echar escardilla para cultivar cebollas. Y el sudor que la riega trae agua para el árbol. Tal vez el monumento quede a un lado del camino. A un costado que camina a su lado. El camino se ha de recorrer sin perder de vista el monumento. Los pasos, la gota que cae de mi cara sólo me incitan a continuar. Salinidad sin estar cerca del mar. Nadie me dijo cómo sería. Sólo sé que debo continuar. En silencio. El cuarzo me da energía. Lo lengüeteo. Es su sal espesa la que me activa. Los cristales iluminan la oscuridad. Unas chispas de luz. Mi lengua marca las horas transitadas. Sé que llegaré, saco la bandera. La agito con fuerza. Aún no es el momento. Es hora de seguir construyendo el monumento. Hay otras piedras en el camino. Dejo la bandera a un lado. Recojo piedras pequeñas para armar una pequeña pirca alrededor del árbol. Aún no es la hora de izarla. Sólo fue un amago para reconocer esa sensación de libertad. Sé que vendrá. Aún no es la hora de sacar las alas. Cada piedra la subo a mi lomo. La primera ha sido por el fin de semana. La segunda por el miércoles pasado. La tercera me ha sacado una sonrisa. La cuarta me ha hecho reír. La quinta piedra en el hombro me hace resistir. La sexta ya sale con lágrimas. Mi cuerpo es pequeño en relación a la carga. Resistir. Cargar. Resistir. Una piedra corta mis manos. Sangro. Dulcemente sangro. La sangre recorre mi piel y llega al suelo. Esta sangre marca un punto. Con sangre humana se construyen las paredes. Esa sangre que inunda todo el torrente nervioso. Sangre que conoce hasta el último poro de mi cuerpo. Ahora está en el suelo, en la tierra. Y es esta sangre forjadora de energías la que me motiva a continuar. Sangre de colores de piel. ¿Cuántos colores de piel hay en la tierra? ¿Cuántos sabores de sangre se puede chupar el murciélago que merodea? Trataré de continuar a pesar de dejar todo atrás. Faltan las palabras mágicas. Pero sé que todo lo que falta se encuentra en esta hermosa tierra. A veces me siento vacía. Y no por eso soy más ligera. Este es un monumento que glorifica la posibilidad de la palabra. Tantas palabras como pieles y lenguas puedan hablarse. Persiste la idea de avanzar. Algo me he desangrado en el camino. La delgada línea me marea. Entierro los pies en la tierra, piso un pie con el otro. Me hundo. Algo expelido algo se purifica. Y así voy. Limpiando mi sangre es posible construir. Ya no quedan palabras. Sólo esas mágicas palabras. Ya no quedan linfocitos. Ya tan sólo queda la extraña sensación de vacío. Extraño el sentirme rebosada. La luna aparece. Ha llegado con neptuno. Ya es tarde. Es hora de ir a recoger toronjil. Sus ramas verdes y su sabor cítrico alivian mi dolor por la pérdida de sangre. Sangre ida que estimula la sangre nueva. Soy una máquina sangrienta. La herida no cicatriza. Entonces junto en un emplaste tres hierbas diferentes a ver si detienen la hemorragia. Cede un poco a los minutos. La sangre se seca con la tierra. Hay tierra hasta dentro de los dedos. Acaso la libertad es desangrarse. El color de la sangre sigue siendo roja a pesar de los colores de la piel. Me siento un camaleón camuflajeado en el follaje del árbol. Una piedra más de este monumento sin nombre aun. Y pasará el tiempo como granos de arena y recordaré que alguna vez sangre para reivindicar la gloria de aquellos que nacieron para luchar por la libertad tan distinta para unos y otros. Debo continuar en el camino. Aunque sea de noche. Aunque el día dure sólo 4 horas en el invierno. Las esperaré. Como espero el día. Sin esperar. Quiero volver a caminar. El árbol detiene mi andar, sus raíces me atrapan. Me apoyo en su tronco, la herida se abre. Me duelen los brazos, estoy cansada. He de seguir. Siento el cuello tieso. Contractura que baja por la espina y se mimetiza en el tronco. Estoy tiesa. Otra piedra para sumarle al monumento. Pienso en una palabra. Sanidad. Justamente cuando no encuentro ese estado. Lo visualizo. Cierro los ojos e imagino una gran masa de agua. Me mueve al ritmo de la marea. No puedo moverme, me inundo. Pienso en la detención. La sangre ha dejado de salir. Respiro hondo. Lleno mis pulmones de ácido cítrico. Al son de una trompeta exhalo dulzor. Dejo de lado el pensamiento y abrazo el árbol. Es esa calma que anhelaba. Soy una hormiga refugiada en el árbol. Comensalismo. Mis patas se han desenterrado y cargo otra piedra. Tengo que continuar. Es la herida que me detiene. No sé cómo sigo sangrando si los insectos no tienen sangre. El dolor me ha de llevar. Si he de seguir en estos pasos. Que el amor me dirija. No sé cuál es la otra carta a apostar, el árbol siempre estará en mí, en ti. ¿de ahí? ¿dónde estamos? ¿dónde quedamos? en la nebulosa que hemos sido y que ahora lo dices, ¿se difumina? ya lo sabía, ya lo entreveía, pero ¿cómo seguimos? el monumento ha de ser construido sin palabras. Las construcciones no pueden caer dentro de la ideología ni la politiquería ni nada semejante. Es. Lo somos. Más, ¿cómo seguimos? Debo seguir. Continuar. Resistencia. Hasta el final. Dentro del monumento el rio que riega el árbol se ha alimentado de mis lágrimas. Silentes. Ese río colorado en sus zonas más profundas. Navego ese río. Con sus olas suaves. A veces se seca y mi balsa queda en medio de la nada. Sólo en el centro rodeada de las arenas del tiempo. Pasos. Brazadas. Después de tantas escaleras. Puedo alzar una cuerda y treparme hasta lo más alto, para ver en plano cenital. Como si me ayudase a comprender. Hace calor y tengo mucha sed. He de tragarme mis lágrimas. Y continuar. A que regrese la aurora de rosados dedos y comience el amanecer. La luz cambia los colores. Luz divina. Lléname.

lunes

alimenta

Para alimentarme me acerco a la huerta. Tomo unas lechugas para la ensalada. Unas remolachas que arranco con mucho cuidado y las limpio muy bien. Les saco toda la tierra. Hay quienes hacen ensaladas con la hoja de la remolacha. Lo mío es la lechuga. Unas albahacas para el arroz. Y claro me acerco al gallinero para tomar un par de huevos y hacer la mayonesa. Las lechugas son para la noche. Ahora en el almuerzo un poco de arroz y las remolachas. El arroz lo lavo bien para que quede suelto, suave. Con un toque de sal. Un ajo es bueno para limpiar el cuerpo. Ajo a la mañana, ajo a la noche. Caminemos en busca del ajo. Ya es otoño y el sol nos ilumina menos. A las berenjenas les ha llegado un hongo. Pareciera ser la falta de ocupación que las está poniendo débil. Eso de que ya no las miras, ya no me miras, o me miras cuando no te veo. Mayonesa con ajo, ajo arroz. Una copa de vino trae bienestar al cuerpo. Es lo que mi cuerpo pide. Estar bien para sentirme bien. Estoy luego siento. Siento luego pienso. Pienso luego actúo. Actúo luego camino. Sigo la pista de los tallos que crecieron. Las albahacas ya florecieron, sus hojas están un poco amargas. Amargura viene bien, con rúcula para acompañar. A veces combino las lechugas diferentes rúcula , radiccio, berro unas nueces y un poco de vinagreta de miel, esa miel tan dulcita que se consigue en el mercado. Y me deleito de los vegetales, mastico como un rumiante. Me gusta cuando vienes conmigo al mercado y seleccionamos papas que sabes aún no se me dan en la huerta. Ayer saque unos tomates y salieron pequeñitos pero dulces y jugosos. Los pimentones están allí, debo tratarlos con mucho cuidado, uno por uno, y no tocarlos. Es difícil no tocar la fruta al cuidarla porque se da más bonita. El cuidado del huerto me tosta la piel al sol. Pero mi sudor riega las plantas. Me sudan las plantas. Me suda la nariz. Huelo la huerta, sonrisas vienen a mí. Si todo es más bello entre el crecimiento foliar, ¿porqué no hay huertas donde sea? Calles con huertas, ascensores con huertas, techos con huertas, cerros con huertas, sombreros con huertas, automóvil con huerta. Es la contradicción de la vida que no crece al ritmo vegetal. Si nos convertimos en plantas podemos andar con menos necesidades. Menos conexiones, sólo esperando que nos visiten los insectos. La luna brillando nos brinda la energía. Abejas, las invito a posarse en mis flores. Siento mi tallo estirarse al sol. Llamo al agua dulce. El sistema de riego deja todo húmedo a la medida porque esta huerta es asimétrica. Sus salidas son entradas y el riego conecta sus márgenes, cada surco una plantita, en cada planta una vida. Y por acá con el jarrón se riegan las hierbas, la citronela tiene todo tan perfumado, y el orégano orejón parece terciopelo el jazmín se abre en su camino de flores y sombras. Me he quedado dormida bajo el floripondio y fue cuando volé sobre la huerta en una alfombra de enea. Que linda la rúcula que lindas las zanahorias pero el compost es un asco. Huele a humus. El proceso de descomposición transforma el estiércol en vitamina. Sacar los gusanos a las plantas, dejar la tierra limpia, y mis manos tocan la tierra. La saludan la sienten. Pachamama te saludo te siento entre los dedos de las manos. Gracias por la vida madre tierra. Saludo al sol para comenzar el día. Saludo al sol para continuar el día. Saludo al sol, agradezco a la madre. Mother earth for me, for the world dice las personas divertidas. Saltamos hundiendo en cada brinco más nuestros pies en la tierra húmeda. Dan ganas de gritar, dan ganas de comer tierra. Agarro un puñado de lombrices, la apreto en mis manos, estrujo el líquido. Descomposición me compone. Composición de colores. Arcoiris, señal de alegría. Arcoiris cruza mis días. Me contó una señora, un día que miraba su huerta, que si te encuentras mirando un arcoiris más de quince minutos atraes la fuente de la juventud. ¿cómo es eso? pregunté, bueno- respondió- si puedes mantener tu atención fija en un punto del cielo, es porque el cielo te ha llamado a ir permaneciendo. Permaneciendo siendo siento la fotosíntesis activando la clorofila y a la salida del sol las plantas crecen, crece la hierba, la yerba, la grama tratando de alcanzar el sol con sus extremos. Mastico un poco de zanahoria bien limpiecita. Camino descalza me planto bajo el árbol de naranjo ácido entre sus ramas delicadas. El sonido de los pájaros me envuelve. El zumbar de las abejas me adormece. El tronco del árbol me afirma, las ideas se van por las ramas. Conciliar la sensación natural que me entrega estar aquí. Lleno mis pulmones de hojas que caen. Al inhalar siento las burbujas de oxígeno en mi sangre. Aguanto la respiración. Uno, dos, tres. Expulso el aire en mis manos. Las abrigo con la tierra. La tierra me abriga. Me devuelve estoy en plena conciencia que me encuentro aquí, más si me encuentro allá, como dar con esa co_incidencia. No hay posibilidad, porque no cabe dentro de las posibilidades encontrarme incidiendo en nada más que este tronco, mis ideas y yo. Yo me encuentro, yo soy devuelta. Tomo los frutos y las semillas me alimento siento el presente el pasado y el futuro, el jugo acido estimula mis pupilas gustativas una a una van saliendo las semillas, algunas destinadas a ser plantas otras a morir en el suelo. Un huerto ecosistema pequeño fragmento de este planeta. Serán acaso las hojas de clorofila fluorescente que atraen seres de otros planetas. Vendrán. O solo nos saludan. Astronautica. Acituanortsa.

sábado

......

El alba lo expresaban las aves en el magnolio. Estaba una vez más sentada frente al libro. Tenía los ojos aceituna y me temblaban las manos. Aún no podía continuar la lectura. Las preguntas se iban disipando más no entendía por qué no podía dejar de cavarme una fosa. Estaba ahí, sentada de piernas cruzadas. Cruzaba los dedos, cruzaba la idea de cambiar mi destino pero mis acciones cruzaban al camino distante. Distanciaba el hacer del decir y sabía que no tenía más salida que dejar de perforar con malas intenciones lo que iba haciendo. No recuerdo qué soñé. No puedo recordar otra cosa que la cantidad de hectáreas que tenía el zar en Rusia hace más de un siglo. Vivir con tanto, hacer tan poco. Estoy perdida entre mi vista y el libro. He recorrido seiscientos kilómetros diarios. Belleza pura de las palmeras en el camino. Movimiento de las hojas con el viento. Cocos, plátanos, mangos, girasoles. El agua de coco pasa por mi boca llega al estómago. Y en cada kilómetro chorros de sudor voy secando. Camino, ruedo, vuelo, nado al llegar al mar. El movimiento de las olas me envuelve. Caigo en la arena y me revuelco. El agua del coco me hidrata. Cada kilómetro una página. Cada página una palabra. Cada palabra fonemas morfemas sintaxis. La magia de la gramática nos mantiene conectados. El acto linguístico enunciado en el momento preciso determina la historia. Esta historia de movimientos de placas tectónicas, emergen del subsuelo llamas ardientes. Gases. Metamorfosis del rostro de la mirada. Abres los ojos. Ciérralos para ver. Creer en lo que veo. Huelo brisa marina lleno mis pulmones. Creer en lo que digo. Es preciso tomar agua de mar para despertar. Salta la imagen de nubes conduciendo mis palabras. Son sintagmas que busco comprender. Comprendo en sintagmas. Mi mano se extiende, alcanza la tapa del libro. Las yemas reconocen la suavidad de la dureza. Las páginas esperan ansiosas. La espera precisa compañera. Asumo que fui dura en un primer tiempo, me costaba asumir mis emociones. Te dejé en tu soledad, y ahora, me toca estar sola a mí. Busquemos recomponernos, busquemos una salida entre los pasillos que hemos recorrido. Seiscientos kilómetros diarios. Pasillos intrincados, vueltas y vueltas. Vueltas y vueltas en círculos concéntricos. Seiscientos kilómetros. En el kilómetro quinientos noventa había una gasolinera. El olor de las gasolineras es tan penetrante. Y no se puede fumar allí. A pesar de hacer el stop para ello. Si fumas explota y si no fumas te libras. Ya al kilómetro seiscientos he sudado lo suficiente. La sed de palabras. La sed de leer. Derritiendo los ojos. Escucho un hombre contarme su historia. La caída del mundo. Un desmayo. Alebrestarse alebrestado. En la espera. En el a punto de comenzar después de haber terminado de recorrer. Después estoy sentada aquí. Antes veía las llamas difundirse en la luna. Una vuelta escucho desatenta al hombre que ha atravesado túneles del siglo pasado. Otra vuelta me trae estar sobre mis rodillas, los pies me arden. Estoy. Mis ojos derretidos esperan. Las gasolineras se abastecen en el muelle. Los barcos petroleros repletan la bahía. Nadie puede fumar en 30 km alrededor. Estaba mirando el puzzle industrial. Fumé. El mundo se cae frente mío. Pasa. Me encuentro sentada. Antes ví venir la marejada y una almeja saludó. Después, me encontré teniendo la boca seca pues no supe dónde ir. Como dice la canción de cerati _ lo terrible del mar es morir de sed_ y ahy me la aguanto. Donde está el agua dulce. En el coco por ahora. Agua de coco. Coco de agua. Verde. Amarillo claro. Naranja. corazón blanco de agua. Seiscientos kilómetros más. Inflamable. Transformar la materia en energía. Ya me he consumido el cigarrillo ya he tomado agua. Y ahora. Faltan 10 kilómetros para los seiscientos porque quedan 600 más. Leo el mapa la brújula coordenadas espaciales me propongo despegar. Seiscientos kilómetros. La carretera y el viento rápido y feroz aleteando en la velocidad. Papeles papeles páginas páginas. Una ola tras otra en el mar indetenible de la idea. De los pensamientos. Preparo un mate estilo argentino con yerba rosamonte. A 35 grados a veces 30 a veces 40. Los cocos necesitan sol. Sol de yerba mate amargo. Sin mover la bombilla. Chupo. Pero sola claro. No le pasas el mate a nadie. Sola. La relleno de agua caliente y vuelvo a chupar. Líquido. Soy líquido. Espuma en la yerba. Si el mate lo tomamos entre todos, compartamos. Si no es posible prefiero un trago de jerez, dulce amargura me trae momentos en que prefiero estar en una gasolinera y prender el cigarillo. Ya llevo tres frente a estas páginas, sólo me recuerda lo que dice Spinetta "la memoria me resulta complicada, no recuerdo ni de las cosas que leía", luego. La sal puede deshidratar, pero también me trae energía. Natural. Después me encuentro sintiendo estas rodillas. Antes me encuentro preguntándome dónde me apropié de tí. ¿cuándo? sin querer caer una vez más en las preguntas, dejo que las olas y sus trenes me lleven. Olas y olas me llevan, olas y olas me devuelven, nos encontraremos mañana en el camino. Camino seiscientos kilómetros más para encontrarme con un trago, lo sé. Líquido está en mí, si no la luz de la luna no generaría tales efectos. La luna posada sobre la carretera, asfalto caliente, rayas blancas y ese espejismo de agua al fondo, rayos, el sabor de la lluvia y el grito de un gato me alerta. Un encuentro. Un posible encuentro entre nosotros. Para desaparecer justo detrás de las palabras. Así desaparece la idea. En el camino de tierra paso por paso. La historia del cambio del color de piel tostada por el sol. Usted. Me sigue. Sabe en qué punto de los seiscientos kilómetros estamos de pie. Porque seguimos de pie. Y seguiremos. Aunque la piel cambie, el cabello, las uñas, eso del cuerpo que somos. Eso que soy en mi cuerpo. Soy de pie. Soy sentada frente al libro viendo cómo nuestros caminos probablemente se crucen. Dentro de las facultades que puede encerrar esta pieza, está la de verme sentada, están las páginas, estás en las páginas. Me veo sentada y grito. La necesidad de exclamar desde las entrañas aquellos kilómetros silenciados. Me pongo de pie dejando el libro a un lado. Busco la puerta miro la ventana el libro en mi mano. Las nuevas palabras. La marcha del tiempo. La marcha del tiempo. Antes el tic tac hoy el reloj es de arena. Minúsculos granos de arena caen sumando el tiempo. Más páginas. Más olas y más cocos caen caen las ramas voluminosas. Dentro fuera. Sin límite o frontera. Frontera de sal. Salvación Es mi moción. Los seiscientos kilómetros recorridos. Los que vendrán. Es mi movimiento, el mover de las olas. El mar y el tiempo encuentran su sincronía en la arena. Pequeños granos que se disuelven en mis manos. Mis pies están en este living, mis manos se encuentran donde no puedes mirarlas. Traigo conmigo canciones, lejanos sonidos que hacen eco en el romper de las olas. Las páginas se abren por arte de magia. ''Llamamos pronombres los nombres que significan primera segunda o tercera persona, ya expresen esta sola idea, ya la asocien con otra'' el pronombre nos ubica en la situación comunicativa concreta. Entonces yo soy. Me ubico en tiempo y espacio como si alguna vez estuve perdido. Ya no se trata de brújulas. Me sumerjo en la gramática tratando de comprender el misterio del lenguaje. Este código tan raro. Español. Lengua romance. Hermosa lengua de novelas de caballería e historias juglarescas. Don Quijote se me aparece combatiendo los molinos de viento y soy yo armado de pie a cabeza a punto de dar la estocada. La punta de la espada ilumina su ojo izquierdo. Parpadeo como en aleteo de lepidoptera. Don Quijote me mira sin entender. El aleteo inunda mi mente y siento que yo voy a salir volando de ahí. Veo a Don Quijote desde el cielo, suelto la espada. Me elevo. Mente en negro. Olor a nubes. Cuando abro los ojos estoy de frente al cielo. Por ahy debe andar san pedro así que me esquivo me muevo entre las nubes, agua evaporada, floto. Don quijote por allá abajo continúa su aventura. Ahora me toca volar y siento que soy un pájaro. Una gaviota en picada. El cielo es un mar de colores esta tarde. La aurora de rosáceos dedos se muestra en esplendor. Apunto directo al mar para alimentarme de un pez. Cadena alimenticia. Cadena trófica. Me encadenan a seguir viviendo. Energía producida. Energía liberada. El mar arcoiris llama a zambullirse. Me hundo sin querer salir a flote, a pesar que la salinidad es más fuerte a mi masa corporal. Buceo buscando un cardumen. Voy en contra de la corriente. Los corales de colores ocultan en su interior seres brillantes, fluorescentes. El plancton brilla, los peces me saludan y me envuelven entre aletas nadando hacia mí, a mi alrededor. No juego con anzuelos pero ser pez me puede llevar a morder la carnada. Carnada. He mordido el anzuelo. Creo morir. Necesito oxígeno. Puhj puhj ahj ajh aire aire. Aleteo agonizante. La sal se mezcla con mi sangre. La vista se nubla. La marea me mueve. Yo intento mover mis piernas. Me queda poca fuerza. Ya no tengo oxígeno. De a poco siento mi cuerpo salir a flote. Alzo la vista, veo el azul del cielo. Un pelícano merodea. Trato de gritar. Trago agua, me hundo un poco más. Escapar de aquí. Debo salir. Escupo el anzuelo y continuo nadando, nado, nado, la nada me envuelve. Seiscientos kilómetros diarios. Continúan las páginas cuando decido fumar otro cigarrillo mágico nostálgico me parece que se acerca el amanecer y ya vendrá otro café temprano para continuar en los seiscientos del día. 65 páginas antes de las 12.00m. -para tenerlo claro. Leer mientras ruedas, en el bus, en el metro, en el camino mientras esperas la hora. Allí pasas la página 1 minuto o dos a veces 5 o 20 días en una cuartilla. El tiempo se difumina en las páginas. Seguir líneas uniones de palabras con los ojos y manos. Seguir entre líneas con el entrecejo. Seguir en palabras entre las palabras. La nada abriga el alba. Después oigo unas raras en el jardín. Antes un cigarrillo para continuar. Si el magnolio comienza a florecer, es el momento. El libro tiene mi vista perdida. Me pierdo en las definiciones del verbo y sus 3 paradigmas de conjugaciones amar comer dormir trabajar leer vivir jugar coger escribir así voy conjugando yo amo tu amas el ama ahora en pretérito yo ame copretérito yo amaba ante futuro habré escrito pospretérito viviría. Así voy leyendo y descifrando mi lengua.

la casa

Desde afuera parecía vacía, abandonada. Ya frente a la puerta con una maleta de libros en la mano. Un poco pesada. Buscaba una habitación para pasar la noche, para pasar la vida si era posible. Al tocar la puerta apareció el mayordomo. Hablaba de pájaros silvestres. abrio la sala donde se encontraba ese libro. ese libro voluminoso tan voluminoso era que no cabia en esa maleta que había llevado. sabia que ese libro era la casa. que la casa era el libro. todavia no lo habia abierto. solo mis manos tocaban su lomo. mis dedos sentían la rugosidad mientras el moho de la historia calaba mis papilas olfativas. solo mis manos tocaban su lomo. lo tocaba con la mirada, lo tocaba con el olfato sin poder apoyarlo en mis piernas. sentía la mirada lejana del mayordomo, tal vez, no era la suya sino la de los propietarios de la casa. tal vez, invitando a sentarme en su living. abría la ventana una luz tenue. abría la agudeza de mirar a través de la oscuridad, leyendo. quería entender lo que me decían los pájaros. la ventana entreabría los postigos. el movimiento de las cortinas con el viento permeaba una luz entre rosa y naranja que coloreaba las paginas apenas alcanzables por los dedos. la brisa envolvente en su canto, muy suave. Ese objeto sobre las manos. cuantas manos eran eso. cuantos ojos eran eso. hasta que las letras cobraron movimiento. que es leer. descifrar un codigo. codigo infinito. signos envueltos agrupados. esquemas. esquemas. los ojos tocaban aquello que no era una escritura descifrable a simple vista. esa posible lectura requeria algo mas.... tambaleo o vibracion. habia que prepararse habia que prepararse para leer. era necesario tomar unos sorbos de agua porque la boca se habia secado. mire al mayordomo quien parecio adivinarme el pensamiento y se acerco con el servicio de te a pleno. cada una de las piezas bandejas tazas jarras azucar bocadillos mermelada miel alimento para recargar energías. preparar la acción es lo consistente. seleccionar las piezas, agarrarlas, separarlas, ordenarlas. son compuestas para un tiempo finito que se prolonga en un espacio finito. cada una de ellas es parte esencial, así leer, más, ¿cómo leer? leer en líneas, leer entre líneas, leer sobre las líneas, leer leer leer. el orden es la unión en un concierto: de cuerdas para piano, de dedos para el piano. el concierto lo escuchamos de a dos. Siento un impulso por merodear la casa, el mayordomo me lee el pensamiento, ofrece ir a recorrerla. Hubo un momento, cuando me puse de pie, que sentí como si una alfombra magica me llevara en vuelo. Esto duro pocos segundos. Parecia flotar cuando estaba cerca de aquel libro. El mayordomo me miro y me indico con su brazo el camino a recorrer. Debia distanciarme de el. El permaneceria alli. No se moveria. No apareceria en otra habitacion, pense y me movi hacia las escaleras. Es ca le ras. Pi so pi so. Cada escalon tenia dibujados simbolos y lineas similares a los esquemas que aparecian en el libro. Me di cuenta que esas escaleras contenian una guia para la lectura e hice el intento de descifrarlos. A diferencia de las paginas del libro las escaleras contenian imagenes en movimiento. Un sol y una luna o algo asi logre identificar apenas porque todo comenzo a tornarse en movimiento. Raro movimiento porque me daba cuenta que los pies seguian pegados al suelo. Uranio algo asi decia en el suelo uranio enriquecido pero no lograba leer por el movimiento. Un reloj cucu comenzo a dar la hora y se escucho una sierra cortar madera. Escaleras a donde me llevan. Decidi hablar con ellas pero solo me mostraban mas imagenes. Se mostraban pisadas por otros. Eran ellas. hablaban entre ellas. Decidí seguir su conversación en silencio, atenta. Sólo pude entender entre líneas y escalones lo que querían. Estaban esperando, yo seguía sin saber bien a quién. Así que me senté a esperar con ellas. Los escalones me dejaron un espacio para acurrucarme, estaba un poco mareada del movimiento. Necesitaba pausa. Tumbada veía las figuras subir por las paredes y trepar el techo. Difuminadas se escabullían en el segundo piso. Me indicaban hacia dónde ir, más quise seguir esperando. Tenía tiempo de sobra para continuar. Pensé que mi tiempo no tiene valor, sólo es, y recorrí con la vista el espacio donde me encontraba. Ya tenía algunas imágenes identificadas, el reloj seguía despierto en sus manecillas. Pensé en alzar la voz para ver si alguien me acompañaba, de reojo vi que el mozo había quedado atrás. Preferí guardar silencio, y escuché otra vez la sierra. ¿Será que están dejando a unas aves sin hogar? El sonido de la sierra se hizo cada vez mas fuerte, me levante y camine hacia aquel sonido pero a la izquierda una hermosa puerta se develo aquel instante. Toque el pomo y la abri con suavidad. Entre y la puerta se cerro inmediatamente. Tras segundos de oscuridad y silencio un rayo de luz invadio la sala. Comenzo la proyeccion de una pelicula. Alice in wonderland. Rei. Si. Tal vez era una metafora de mi recorrido. Recorde el te y verifique el tamano de mi cuerpo. Tal vez habria cambiado. Tal vez seria la misma. Mi cuerpo. Palpable. Solido. Podre atravezar paredes? Es poder poder sólo si me mantengo con los ojos abiertos. En el medio de la pieza estaba el espejo. No alcanzaba su altura, así que di unos saltos para intentar mirarme. Me di cuenta que estaba del otro lado del espejo. ¿del otro lado? estar de este o estoy del (o)este, tal vez no sea ni del uno ni del otro sino en una nueva dimensión que me invadió. Me detuve en una esquina, doblando las rodillas para sentir el peso de mi cuerpo sobre mí. Aún estaba ahí. Ya no sentía sonidos del exterior. Escuchaba mi respiración, escuchaba. El sonido de cada movimiento de mi cuerpo. Cai al suelo. El estomago me traicionaba. Emitia una luz oscura que llegaba a mi frente y de ahy llegaba a la punta de mis pies. Que casa tan extrana. Que pieza tan singular. Sudaba frio con la mejilla pegada al suelo. Pero si solo quiero leer. Me sente. Me puse de pie y camine hasta la puerta que apenas logre abrir. Sali. Con una sed tremenda y algo mareada tenia que encontrar al mayordomo. Entre a la cocina. Cocinar. Lavar los platos. Servir el agua. Tareas elementales. Este lugar no es asi como cualquiera. En una servilleta. La unica que quedaba deje impresos mis labios. Queria regresar al living. Los pajaros cantaron al unisono cristofue. Era de tarde era obvio que tendria que pasar la noche alli. El pueblo estaba lejos y yo apenas habia logrado pasar algunas paginas. Aún redundaba la pregunta, me mareaba en preguntas sin encontrar respuesta. Preferí tomar aire y contar hasta, hasta que mis ideas se convirtieran en afirmaciones sin requerir cuestionamientos. Es o no es que tal posibilidad escapa las construcciones cognitivas? marearme en preguntas sin encontrar estabilidad en respuestas, no quería adelantarme al futuro más mi presente era... es... fue... y suena una canción en mí "He oído que acostumbra a haber una mañana siguiente. Al día de mañana le dije ayer que no me importa más..." Reacciono en esta casa. Este lugar no es así como cualquiera. Reacciono en quedarme acá no sólo ahora en hoy, sino un impulso a permear sus paredes, en buscar esas conversaciones que quedaron empapeladas. Re acción. Entré al living. Está oscuro iluminado desde el exterior por el farol de la calle que entra por la ventana superior. Giro. Veo luz en la salita contigua. Cruzo la sala respondiendo en cada paso. Que pieza tan singular. El tablero de ajedrez está listo para comenzar. Pero no tengo compañia. La soledad sube desde mi estómago a la garganta. Estoy sola. En este juego de dos. Estoy sola. Siento mi cuerpo en este espacio que ha sido ocupado por otros. Siento mis palabras sin retorno a mis oídos. Me veo. Soy. Tomo el caballo para comenzar el juego. Solo muevo esa pieza. Me subo y cabalgo. Dispuesta a embestir al guerrero blanco. Si. Estoy buscando mis propios pasos y eso me puede llevar a la locura una vez más. No quiero eso de nuevo. Pero puedo dejarme llevar en el camino de la palabra. Hermosas palabras las de aquel libro mágico que hoy no he vuelto a abrir. Que día es este. Que hora es. Ah es que estoy en la casa del libro de Don Simon y no se a dónde me llevan las palabras de tus manos. Lector es tu amor a la palabra la vida. Limpio el cristal de mi pecho y te muestro tu propia luz. Ahora que estamos solos. Ahora que somos uno. Y pensaba yo esas cosas dejándome llevar por mi alma adormecida cuando llego el mayordomo y me dice sólo se juega los fines de semana. Usted a que vino para acá. Que quiere usted de esta casa. Que quiere usted. Otra pregunta más. Me dejó estupefacta. Congelada, incapaz de emitir respuesta. Querer. querer. Querer. Si supiera lo que quiero no estaría buscando. Podría estar en el techo mirando los astros, escuchando su mensaje. Tal vez en el sótano, meditando al son de las raíces. Echada, plantada. Pero no tengo compañía. Querer. Querer. Querer. Cuántas mañanas de preguntas. Cuántas preguntas. No poder continuar. Tomo de la mano a un peón. Avanzamos. Ya no importa el color porque ni sé qué día es hoy. Menos la hora. Tampoco me importa si ando sola. Juego sola. Las manecillas del reloj son una construcción social. Tic tac tic tac. Vocales obligadas a rimar. Tic tac. La construcción de un deber ser en torno a la luz de una estrella. La luz que se emite es igual a la luz que se captura. La pérdida se encuentra en los ojos que la miran. Me miro y me pierdo. Las preguntas me pierden dándome fuerza. Luz. Energía. Tengo la leve sensación de que estoy envuelta en una ilusión. Otra pregunta más. Comencé a comerme las uñas. Las arranqué de mis manos y las escupí una a una. Recordé mi maleta de libros. Tenía una botella de ron. Tome un trago. Uno tras otro con el libro frente a mí. Página tras página. Movía mis labios y susurraba los textos en voz baja. Tome ron. Más y más ron. Uno dos vamos para allá uno dos vamos para acá. Veo doble. Soy doble. Sera que viene el señor estirado que me conduce hacia el espacio. Una noche de sexo no estaba en mis planes. Seguiría en esta noche sentada en este sofá. O pasaré buscando miembros esqueléticos en la habitación contigua. Vamos. El farol tiene una luz inestable. La luz se ha ido. Todo es penumbras.