jueves

a veces

Abro los ojos. El cielo me sonríe. Una lágrima sale de mí más una sensación de revoloteo estalla. Revuelta de carnero. La sensación de haber dado vueltas y vueltas en un día de encierro. La sensación de estar en el borde y dudar si hacerlo o no. La duda, una vez más. Es tiempo de dejarla atrás. Mirada segura, ¿optimismo voluntario? El cabello crece y crece. Cada vez fiel a las tijeras y el olor a miel de la cera que limpia cada poro de mi cuerpo. Bolas de pelo salen de mis peines. Los cabellos en la toalla, cabellos en la almohada. Llevarlo suelto al viento. Cabellos en la axila. Cabellos en la entrepierna. Pero puedo controlarlos. Sentir el crecer y cortar infinito del cabello. Me dijo una tía que el cabello no se corta sólo se enreda entre mis dedos, tu cabello. Las ondas que generas desde tu cerebro encrispan mi panza. Cabello castaño. Cabellos en las piernas protegen del invierno. Pero yo suelo cortarlos, de un lado. Darle forma a los cabellos de la pierna es difícil y antiestético. Hay que sacar cada bello, cortar los que no salen. Dejar la piel viva. Algunos salen de los dedos de los pies. También se cortan pues se ven feos. Todo el cuerpo sin bellos menos la cabellera larga y frondosa de la cabeza. Así está el cuerpo. Sin bellos. Con órganos. Inflamación. Expulsión. Sin órganos. Con bellos. Mi cuerpo está así. Con bellos en todo el cuerpo salvo mi cabeza tiene corto y melenudo. A veces me lavo el cabello, me agrada mi olor. Cada cierto tiempo les agarro cariño más no los quiero sacar. Ni que me los saquen. Mientras más los dejo crecer menos los veo. Y así también a veces ando a piernas peludas. Peinar los bellos de las piernas. Y las cejas. También hay que sacar algunos de las cejas para dar la forma. El rostro. Si se cae una pestaña puedes pedir un deseo. La colocas sobre la yema de los dedos gordos. Tu yema del dedo gordo y la mía. Quien se quede con la pestaña se le cumple el deseo. Así jugamos. Por el deseo de juntar tus bellos con los míos. Y de repente quedarse sin pelos sin bellos de la nada. Acercas tus yemas buscando las mías. Llevas tus yemas siguiendo las mías. Vas caminando sobre mi palma, sigues por la muñeca. Te encuentras en el codo y lo recorres haciendo remolinos con mis pelos. Das vueltas por mi brazo deslizándote sobre mis pelos. Bailan los bellos y las yemas. Bailamos al ritmo de nuestra respiración, yemas y bellos. El baile no se detiene. Cada vez nos enredamos más. Más. Más. Se me paran los pelos. Aumenta la respiración. Poros abiertos. La vuelta de carnero. Saboreamos el néctar. Estática. Todos los bellos erizados. Un electrocutazo. Luces estroboscópicas. Electroshock. Corte en la respiración. Dolor en el esternón. Electrocutación de idea uno. Punzada en la sien. Piel de gallina. Corte en la respiración. Electrocutación idea dos. Punzada en la sien. Hormigueo en los dedos sube por el brazo. Siento hormigas en la columna. Despierto de un somnífero, abro los ojos, sudado el cuello la frente del otro mundo. De cuantas capas de piel está hecho nuestro cuerpo. Cuántas pieles de mi te han cubierto. De tu piel me cubría. Hasta que ya no más. Ahora café sin azúcar más bien papelón. El papelón lo produzco tú lo incitas. Mi cuerpo se descuera de tus capas. Tú lloras pidiéndome que no meta más el dedo en la llaga. ¿Cuántas llagas me hiciste? Heridas que aún no cierro. Cada una de ellas es una lágrima que corre por mis mejillas. Mi dedo se descama, es posible que pierda las uñas. Las capas de piel se caen por el sol. Las quito. Como si cada piel es un momento quiero borrar todos los momentos. Borrar mi piel. Desaparecer. Pero no. La corriente del agua desplaza fluidos. La palmera que me da sombra me invita a colgar una hamaca. Otro café sin azúcar, enciendo un cigarrillo eligiendo dónde. Cuál será el lugar preciso, si aún podemos hablar de precisión. Precisamente desaparecer es lo que la hamaca me entrega. Me subo y balanceo. Un ir. Venir. Ir. Venir. Ir a ninguna parte. No buscamos llegar a algún lugar, tampoco. Era solamente el sentarse en la hamaca y balancear. Balancear un rato como no sería más. Porque no nos encontrarémos, no iremos. No hay otro lugar para nosotros. No hay. Mientras los gatos corren a mi alrededor... en busca de sobras para alimentarse . Encuentro el punto de equilibrio. Flotando en la hamaca. Otro cigarrillo. A veces quieres ser gato o perro. Oliendo el rastro. De lo que ha quedado.

miércoles

la flor se abre

Doy pisadas in crescendo. Paso a paso respiro profundo. Intento en cada pie puesto en el suelo dejar una lágrima atrás. No puedo. Acelero, quiero correr liberándome. Las paredes me preguntan ¿qué estrella cae sin que nadie la mire? Charly dice que ya no hay noches estrelladas. La única respuesta es que siento que no me miras. Siento que cada latido es alejarse un poco más. Mi corazón va lento y quiero prenderme fuego. Tirar una piedra desde arriba de la escalera y bajar corriendo. Dar en el blanco. Tiro al blanco. Así juegas a darme puntadas. Una puntada una puñalada. Una puñalada un chorro de sangre. Sangre llega al violeta. Me falta oxígeno y corro sin respirar. Ansias de caer. Cae la verdad. Cae una estrella. Cae mi párpado. Cae La nostalgia. Cae el cuerpo al final y al principio para desaparecer. De la nada. En el alcance de la palabra. El código nuestro dónde queda. En que rincón de la silla aquella donde nos sentábamos a beber cerveza. Mucha cerveza. Espumosa. Y el cuerpo ahy en medio de todo. En la confianza de saber que eres mi pana y en esta noche todo está positivo. Porque creemos. Nos creemos. No se trata de verdad o de mentiras, más bien es sobre el hilo de fuego que vamos atravesando. Todos haciendo equilibrio en la cuerda floja. Mirando un punto fijo. Concentrados. Creo que voy a hacer gárgaras. Escupir, limpiarme para seguir tomando la solera verde. Si cambio a vino mezclo y si es tinto es el desastre. Pero todavía no es la hora. A lo mejor podría adoptar una tradición, inglesa, irlandesa, mejor francesa y tomar blanco de atardecer. Adoptando esa tradición también debiera comer quesos hediondos, decir y sacarme los pelos de la lengua. Decirte lo que he callado. Lo que mi cuerpo habla he intentado. Más intentar qué, si tú ya nada ves. No me ves y no te ves. Sólo miras el cielo, yo miro el mío y llueve. Torrencialmente. Viene un relámpago y me da en el ojo. Encandilación. Otro rayo. Destello. Le sigue un trueno. Explosión. Silencio. Silencio. Si hemos de explotar que la calma venga. Necesidad de calma. ¡Oh! lluvia ven a limpiarme. Limpiarnos. Cae la tarde. Sí porque a tí te deben sacar la mierda que te tiene embobado. Cae la ilusión. Caen los sueños. Cae la elección. O es que tú has elegido vivir así. No. Dijiste elegir no querías. Si no sólo vivir. Veinticinco noches hace que habías dicho ser la mujer con la que elegiste pasar tu vida. Cae mi vida. Cae la luna. Caigo estallan las olas que. Caigo champán la espuma del. Caigo en cuenta que no eres capaz de decirme. Cae la confianza. Cae todo un cúmulo de sentimientos encontrados. Algunos manchados por el recuerdo. La enfermedad del recuerdo. Pero aún así soy de acero, sabes. Sensible al fuego. Me fundo caliente, hiervo. Podría arrancar un tajo de tu piel cuando me vuelvo metal fundido. Pero no. Tu piel despierta en mí el deseo. El amor. La ternura. Los días pasan, y poco a poco voy a congelarme de frío aunque la sensación térmica sea de 40 grados centígrados. Me queda una página por leer esta noche. Otras tantas por escribir. No estoy a tu lado a la luz de la lámpara. El cuerpo ya no está aquí. Allí. Cae mi exhalación. La mesa de luz tintinea. Mis ojos están nublados. Respiro sin eco de tus respiros. Mi deseo despierto. Me tiemblan las piernas de tocarte. Despierto en mis deseos. Sé que nadamos. Sé que nado mejor que tú y por ahora me encuentro contra la corriente. Me hundo. Salgo a flote. La corriente tiene reglas. Sin consultarme cambiaste el rumbo. Resbalaste. Te lanzaste por resbalín esa tarde en el cerro. Sonreías. Llegaste triste. No me habías llamado en días. Ya no necesitas mi amor. Lo sé. La verdad me duele en carne. Esa carne que antes comíamos ahora nos come. Comensalismo. Uno tras otro entran al cuerpo pedazos de carne. Una especie devorando a la otra. Sangre regada por todos lados. Mi menstruación llega de repente. Sangro poco a poco. Es que somos carne. Las verduras se han marchitado. Habrá que ir al huertecillo. Unos cilantros y comino para la carne. Las verduras aparte, sí sí aparte para que no les caiga sangre. Claro tu tan creativo ya piensas en pintar las paredes utilizando un tono presente un degradé futuro y la línea suave para el pasado. Yo marco puntos, puntos gotas de mi sangre que chorrea. Ya no es sangre roja. Ya no es sangre. Ahora soy plasma. Un estado indeterminado pero me encuentro en todos mis lados. Dejé de comer carne y los electrolitos corren por mis arterias. Conduzco la electricidad entre estrellas y cinturones. Me conduzco por pasillos cerrados pintados de dolor. Miro al cielo pero no lo veo. Dejo mi sangre marcada en las paredes. Pinto mi dedo y voy dibujando líneas, círculos. Imagino un amanecer. Tan sólo un día de rayos de sol iluminándome. Estoy en una esquina del laberinto y no sé qué dirección seguir. Siento plasma fluir por mí indicándome la dirección. Positivo. Negativo. Positivo. Negatividad. Estado transicional. Me has helado. Soy un cubo de hielo. Hielo seco. Burbujeante en el agua. Las heladeras llenas de helado por cierto el helado argentino el mejor del mundo. Artesanal. Frutilla zambayón. Nada mejor para el invierno que un helado mantecado efe. Con bluberry deshidratadas. Mezclado con nueces. Helado cremoso. Siendo hielo seco si me tocas te quedas pegado. La piel se te seca al toque y te duele. No me toques en ese instante del hielo seco porque te quedarás pegado. Pero el hielo seco se disuelve en el hielo de tu copa de vino. Y todo es frío aunque hayan 45 grados centígrados. Tropical. Y me tocas. O no me tocas. Humo de hielo seco para enfriarse la calentura de la duda. Confusión de cuerpo caliente. Palabras gélidas salen de tu boca. El helado me sabe café amargo. Un mate por la mañana. Amargo. Así han sido mis noches y amanecidas. Otro sorbo de mate. Amarga permanencia. Efímera presencia. Ya te dije que no me toques. En tus aparecidas sólo vienes a eso. Me siento usada. Mi útero lo dice. ¿Eres capaz de darte cuenta? Mi ovario ha detenido la producción en el día cuatro. El hielo las ha penetrado. Las trompas tratan de derretir el hielo con tu cuerpo caliente. La flor se abre en su aroma y la abeja viene a chupar. Miel. Toda la miel que hay entre nosotros. Cítrica empegostada de manos. Miel revolcada en saliva. Miel quieres pura y dulce. Más nada solo para tí. Oh que elegancia. Te serviré una taza completa para que no olvides el polen. Ni el propolio, ni la cera, ni la jalea real. Esos sabores de apicultor . Esa miel no es como la de los abejorros que perforan las paredes. Este nido de abejorros quiere invadirlo todo. La invasión es lo primero y tú dejas que invadan. Las abejas no invaden la vida de los demás. En cambio las avispas. Chupan sangre. Muerden sacando pedazos de carne. Una avispa llegó. Tu vida. Más yo pienso en nuestra vida invadida. Lo permitiste. Te Dejaste. Adiós que te vaya bien. Que te muerda un perro dicen por ahy tu cerebro retorcido. El avispero mayor. Y que no se te olvide ni el propolio ni la miel ni la cera ni la jalea real ni el polen ni el agua cuando fluyo.

martes

si he de construir un monumento

En qué momento la distancia se hizo cercana. No lo sé. Tampoco puedo definir que día exacto dejé de ser abeja para convertirme en hormiga. El vuelo de chupa flor no es distinto a la marcha con la carga a cuestas. Cada flor sabe distinto. La tierra sigue girando y yo solo puedo recordar las flores de mi vida pasada. Mi aliento a propolio ahora devora fragmentos de chocolate en el suelo. Mi traje amarillo ahora es solo negro. Y no tengo alas. Pero me he dado cuenta que puedo cargar muchas hojas y cosas que quiera en mi espalda. Sigo siempre muy pendiente del rastro de mis hermanas. Y todo para la casa. Todo para cuando llegue el otro día y esté llena la despensa. Qué hay. Qué no hay. En qué momento la cercanía nos distanció. Hay que ver cuándo fue. La luna no responde a esas preguntas, más bien me blanquea. Dejé de ser hormiga o la sensación hormiga me dejó. Es algo para revisar en las cartas del tarot. Las he retomado, entre una y más dudas conviene mirar las estrellas y las cartas. Alguna verdad estalla. Los caquis eruptan por la ventana. Ya no quedan hojas en sus ramas, sólo frutos que vendrán. Las hojas las cargo en mi espalda. Viene el momento que las aves los devoren. Nos devoren. Uno que otro picaflor revolotea. Mis ideas aletean como gusanos a la luz. De dónde proviene mi luz. Las ramas se sacuden al viento, siempre contentas. Del interior me dice la respiración de fuego. Fuego de mañana, hervida a mediodía. Las pisadas en la escalera despiertan mi noche. Despierta. Despierta. Escaleras de madera crujen en cada paso. La noche se adentra y los murciélagos comienzan a revolotear los cambures. A tomar agua del pozo rápidos en su vuelo. Esta oscuridad iluminada se sostiene viendo al tiempo los satélites brillar, y los murciélagos. Cada cual sigue su rumbo. Sombras de la noche en cada paso. Sabes cuántos libros se utilizan para sostener la pata de la mesa. Quizás los más importantes. Pero ya una vez todos distribuidos cada uno con el suyo en la mano procedemos a decodificarlos. Algunos van otros quedan en la memoria más fijos. Y aparece la ficha, la cita en su más pura expresión. Algunas veces nos hemos comido las comillas tal vez por hambre de humildad. Tal vez sea el hambre de curiosidad. La noche mastica lentamente mis sueños y no puedo conciliar. Es la oscuridad la que me invita. Me persigue. Escucho un búho a lo lejos y sé que ya es tarde. Tarde para comenzar la noche, tarde para seguir esperando. En la oscuridad los pensamientos fluyen. Recuerdo el día en que llegué aquí. Recuerdo haber tenido amigas. Recuerdo haber pasado días soñando despierta. Recuerdos mezclados en sueños. Sueños transformados en negros senderos. Los pasos crujen en las escaleras. Los senderos tienen una huella. Si llueve, desaparece. Así también crujen las pisadas sobre el piso de madera. Así con las casas de madera. Cobijo. Refugio. El silencio de la oscuridad es preciso para calmar los tormentos. El búho corta la cortina negra. Continúe. Continuamos. Tomo de la mano a la oscuridad. Venía detrás mío. Cuando los pasos crujieron a mi lado, llene mis pulmones. Exhalé con fuerza. Ese impulso me llevó a dar media vuelta, la enfrenté. Le pregunté el porqué de mi persecución, cuál era su fin. Una exclamación fue su respuesta y supe que no tenía salida. No podría avanzar por sobre mí. Tomé su mano y le mostré el camino. Para caminar en la negrura es preciso tener memoria. Para tener memoria se debe estar atento. Para la atención se requiere coraje. Precaución. Sigo de la mano de la oscuridad de la noche. Los murciélagos continúan su revoloteo. Mosquitos. A lo lejos una luciérnaga hace juegos de luz. Entre la oscuridad y la luz yo. Mi cuerpo. Doy pasos en estas escaleras que me llevan al fondo de esta torre oscura. La lluvia está cerca y alegra los corazones. Refresca el alma. Decido salir a mojar mi cuerpo. El rocío despierta mis papilas gustativas. Saboreo el aire me envuelve esta noche. De hipótesis poco probables. Recuerdos que agujerean mi cabeza y taladran las sienes. Dejarlos pasar ya que sigo de la mano de la oscuridad. Quiero ser hormiga de nuevo. Pero eso de volver a las vidas pasadas, nada. Siempre adelante. Siendo hormiga una gota puede ahogarte. Siendo humano si es que lo soy o en qué especie ando en estos días. Todo se trata de armar el monumento. Cuándo dónde en qué galaxia. Bueno la estamos buscando. Paso la cuerda que llega al final de la torre. Queda solo ese gran ventanal que me dice. Acaso tú quieres volar. No sé si de volar frente al ventanal se trate o de enfrentarme de nuevo a la oscura que llevo aquí detrás. Le he dado la mano y ahora se ha enamorado. Pero como no enamorarse si le ha dado un beso. Si yo le pedí amor. Bueno sigamos en el monumento entonces. Al final de la torre estaban ese montón de garabatos en las paredes. Para armar el monumento se precisa buscar ciertos materiales. Un árbol para comenzar. Por ahora este lo encontramos en nuestra galaxia. Nada de semillas. Trasplante. Sus raíces son el ingrediente con el que debemos sentarnos a pensar. Aunque sea un poco desfachatado para el árbol, es lo que tenemos que hacer. Aunque a oscuras el árbol no nos dirá cómo continuar. Debemos esperar que se haga de día. A oscuras aprendemos a mirarnos. Así aprendimos a confiar en el otro. A tientas. La luz parece ser un privilegio para quienes manejan los fusibles. Mientras el cable esté roto la energía eléctrica no llegará. Esperamos la luz. La fotosíntesis puede alimentar al árbol. La luz del día. Más de 24 horas sin tocar la energía eléctrica y comienzo a desvanecerme. Fusible dónde estás. Volver al estado primitivo es lo que nos queda. La oscuridad enseña por donde hay que mirar. La clorofila del árbol nos indica el camino. Tenemos que armar el monumento. El camino puede ser intrincado si le damos más vueltas. Es una noche sin luna y pocas estrellas se han aparecido. Me duele el cuello de mirar por una fugaz. Me dijo que esa nos guiaría a los siguientes materiales. Aún no aparece. El árbol es mi asiento y lamento. Ya sé que las lucecillas eléctricas no le van a este árbol. Tendré que armarme un camino de velas. Escribiré tu nombre. Te sentirás llamado. Las luciérnagas... continúan algunas en su revoloteo. Espero que el árbol de sus frutos. Ya su existencia es mi punto de referencia. Escucho sutil tu nombre en voz baja. Sé que me escuchas también. El hielo se deshace poco a poco. El agua fluye agitada buscando un camino. El camino verde en el que vamos de la mano. El trazo no está trazado más del que el árbol dibuja con sus raíces. El búho ha desaparecido a estas horas y no sé cuántas han pasado. Si pasan las horas o es que yo soy la que paso. Paso a paso. Paso lento voy hacia la construcción del monumento. Requiero ladrillos que sienten las bases. Unas rocas. Unos peñascos. Algo. Sin una base firme cómo ha de sostenerse. Más la pregunta es cuán es su firmeza o si esto me produce extrañeza. Coloco la primera piedra. Luego la segunda. Un monumento sin fronteras. Alzo la bandera de la libertad y la brisa la hondea. Un cristal de cuarzo marca la hora del reloj solar. Ya no sé cuantos pasos he dado solo sé que faltan muchos por dar. La oscura sigue pegada a mí y baja la temperatura. Está bien entrada la noche. El cielo coloreado de azules rosados aguarda el amanecer. La libertad infinita. La tierra es del hombre que la trabaja. Del que se afinca a echar escardilla para cultivar cebollas. Y el sudor que la riega trae agua para el árbol. Tal vez el monumento quede a un lado del camino. A un costado que camina a su lado. El camino se ha de recorrer sin perder de vista el monumento. Los pasos, la gota que cae de mi cara sólo me incitan a continuar. Salinidad sin estar cerca del mar. Nadie me dijo cómo sería. Sólo sé que debo continuar. En silencio. El cuarzo me da energía. Lo lengüeteo. Es su sal espesa la que me activa. Los cristales iluminan la oscuridad. Unas chispas de luz. Mi lengua marca las horas transitadas. Sé que llegaré, saco la bandera. La agito con fuerza. Aún no es el momento. Es hora de seguir construyendo el monumento. Hay otras piedras en el camino. Dejo la bandera a un lado. Recojo piedras pequeñas para armar una pequeña pirca alrededor del árbol. Aún no es la hora de izarla. Sólo fue un amago para reconocer esa sensación de libertad. Sé que vendrá. Aún no es la hora de sacar las alas. Cada piedra la subo a mi lomo. La primera ha sido por el fin de semana. La segunda por el miércoles pasado. La tercera me ha sacado una sonrisa. La cuarta me ha hecho reír. La quinta piedra en el hombro me hace resistir. La sexta ya sale con lágrimas. Mi cuerpo es pequeño en relación a la carga. Resistir. Cargar. Resistir. Una piedra corta mis manos. Sangro. Dulcemente sangro. La sangre recorre mi piel y llega al suelo. Esta sangre marca un punto. Con sangre humana se construyen las paredes. Esa sangre que inunda todo el torrente nervioso. Sangre que conoce hasta el último poro de mi cuerpo. Ahora está en el suelo, en la tierra. Y es esta sangre forjadora de energías la que me motiva a continuar. Sangre de colores de piel. ¿Cuántos colores de piel hay en la tierra? ¿Cuántos sabores de sangre se puede chupar el murciélago que merodea? Trataré de continuar a pesar de dejar todo atrás. Faltan las palabras mágicas. Pero sé que todo lo que falta se encuentra en esta hermosa tierra. A veces me siento vacía. Y no por eso soy más ligera. Este es un monumento que glorifica la posibilidad de la palabra. Tantas palabras como pieles y lenguas puedan hablarse. Persiste la idea de avanzar. Algo me he desangrado en el camino. La delgada línea me marea. Entierro los pies en la tierra, piso un pie con el otro. Me hundo. Algo expelido algo se purifica. Y así voy. Limpiando mi sangre es posible construir. Ya no quedan palabras. Sólo esas mágicas palabras. Ya no quedan linfocitos. Ya tan sólo queda la extraña sensación de vacío. Extraño el sentirme rebosada. La luna aparece. Ha llegado con neptuno. Ya es tarde. Es hora de ir a recoger toronjil. Sus ramas verdes y su sabor cítrico alivian mi dolor por la pérdida de sangre. Sangre ida que estimula la sangre nueva. Soy una máquina sangrienta. La herida no cicatriza. Entonces junto en un emplaste tres hierbas diferentes a ver si detienen la hemorragia. Cede un poco a los minutos. La sangre se seca con la tierra. Hay tierra hasta dentro de los dedos. Acaso la libertad es desangrarse. El color de la sangre sigue siendo roja a pesar de los colores de la piel. Me siento un camaleón camuflajeado en el follaje del árbol. Una piedra más de este monumento sin nombre aun. Y pasará el tiempo como granos de arena y recordaré que alguna vez sangre para reivindicar la gloria de aquellos que nacieron para luchar por la libertad tan distinta para unos y otros. Debo continuar en el camino. Aunque sea de noche. Aunque el día dure sólo 4 horas en el invierno. Las esperaré. Como espero el día. Sin esperar. Quiero volver a caminar. El árbol detiene mi andar, sus raíces me atrapan. Me apoyo en su tronco, la herida se abre. Me duelen los brazos, estoy cansada. He de seguir. Siento el cuello tieso. Contractura que baja por la espina y se mimetiza en el tronco. Estoy tiesa. Otra piedra para sumarle al monumento. Pienso en una palabra. Sanidad. Justamente cuando no encuentro ese estado. Lo visualizo. Cierro los ojos e imagino una gran masa de agua. Me mueve al ritmo de la marea. No puedo moverme, me inundo. Pienso en la detención. La sangre ha dejado de salir. Respiro hondo. Lleno mis pulmones de ácido cítrico. Al son de una trompeta exhalo dulzor. Dejo de lado el pensamiento y abrazo el árbol. Es esa calma que anhelaba. Soy una hormiga refugiada en el árbol. Comensalismo. Mis patas se han desenterrado y cargo otra piedra. Tengo que continuar. Es la herida que me detiene. No sé cómo sigo sangrando si los insectos no tienen sangre. El dolor me ha de llevar. Si he de seguir en estos pasos. Que el amor me dirija. No sé cuál es la otra carta a apostar, el árbol siempre estará en mí, en ti. ¿de ahí? ¿dónde estamos? ¿dónde quedamos? en la nebulosa que hemos sido y que ahora lo dices, ¿se difumina? ya lo sabía, ya lo entreveía, pero ¿cómo seguimos? el monumento ha de ser construido sin palabras. Las construcciones no pueden caer dentro de la ideología ni la politiquería ni nada semejante. Es. Lo somos. Más, ¿cómo seguimos? Debo seguir. Continuar. Resistencia. Hasta el final. Dentro del monumento el rio que riega el árbol se ha alimentado de mis lágrimas. Silentes. Ese río colorado en sus zonas más profundas. Navego ese río. Con sus olas suaves. A veces se seca y mi balsa queda en medio de la nada. Sólo en el centro rodeada de las arenas del tiempo. Pasos. Brazadas. Después de tantas escaleras. Puedo alzar una cuerda y treparme hasta lo más alto, para ver en plano cenital. Como si me ayudase a comprender. Hace calor y tengo mucha sed. He de tragarme mis lágrimas. Y continuar. A que regrese la aurora de rosados dedos y comience el amanecer. La luz cambia los colores. Luz divina. Lléname.

lunes

alimenta

Para alimentarme me acerco a la huerta. Tomo unas lechugas para la ensalada. Unas remolachas que arranco con mucho cuidado y las limpio muy bien. Les saco toda la tierra. Hay quienes hacen ensaladas con la hoja de la remolacha. Lo mío es la lechuga. Unas albahacas para el arroz. Y claro me acerco al gallinero para tomar un par de huevos y hacer la mayonesa. Las lechugas son para la noche. Ahora en el almuerzo un poco de arroz y las remolachas. El arroz lo lavo bien para que quede suelto, suave. Con un toque de sal. Un ajo es bueno para limpiar el cuerpo. Ajo a la mañana, ajo a la noche. Caminemos en busca del ajo. Ya es otoño y el sol nos ilumina menos. A las berenjenas les ha llegado un hongo. Pareciera ser la falta de ocupación que las está poniendo débil. Eso de que ya no las miras, ya no me miras, o me miras cuando no te veo. Mayonesa con ajo, ajo arroz. Una copa de vino trae bienestar al cuerpo. Es lo que mi cuerpo pide. Estar bien para sentirme bien. Estoy luego siento. Siento luego pienso. Pienso luego actúo. Actúo luego camino. Sigo la pista de los tallos que crecieron. Las albahacas ya florecieron, sus hojas están un poco amargas. Amargura viene bien, con rúcula para acompañar. A veces combino las lechugas diferentes rúcula , radiccio, berro unas nueces y un poco de vinagreta de miel, esa miel tan dulcita que se consigue en el mercado. Y me deleito de los vegetales, mastico como un rumiante. Me gusta cuando vienes conmigo al mercado y seleccionamos papas que sabes aún no se me dan en la huerta. Ayer saque unos tomates y salieron pequeñitos pero dulces y jugosos. Los pimentones están allí, debo tratarlos con mucho cuidado, uno por uno, y no tocarlos. Es difícil no tocar la fruta al cuidarla porque se da más bonita. El cuidado del huerto me tosta la piel al sol. Pero mi sudor riega las plantas. Me sudan las plantas. Me suda la nariz. Huelo la huerta, sonrisas vienen a mí. Si todo es más bello entre el crecimiento foliar, ¿porqué no hay huertas donde sea? Calles con huertas, ascensores con huertas, techos con huertas, cerros con huertas, sombreros con huertas, automóvil con huerta. Es la contradicción de la vida que no crece al ritmo vegetal. Si nos convertimos en plantas podemos andar con menos necesidades. Menos conexiones, sólo esperando que nos visiten los insectos. La luna brillando nos brinda la energía. Abejas, las invito a posarse en mis flores. Siento mi tallo estirarse al sol. Llamo al agua dulce. El sistema de riego deja todo húmedo a la medida porque esta huerta es asimétrica. Sus salidas son entradas y el riego conecta sus márgenes, cada surco una plantita, en cada planta una vida. Y por acá con el jarrón se riegan las hierbas, la citronela tiene todo tan perfumado, y el orégano orejón parece terciopelo el jazmín se abre en su camino de flores y sombras. Me he quedado dormida bajo el floripondio y fue cuando volé sobre la huerta en una alfombra de enea. Que linda la rúcula que lindas las zanahorias pero el compost es un asco. Huele a humus. El proceso de descomposición transforma el estiércol en vitamina. Sacar los gusanos a las plantas, dejar la tierra limpia, y mis manos tocan la tierra. La saludan la sienten. Pachamama te saludo te siento entre los dedos de las manos. Gracias por la vida madre tierra. Saludo al sol para comenzar el día. Saludo al sol para continuar el día. Saludo al sol, agradezco a la madre. Mother earth for me, for the world dice las personas divertidas. Saltamos hundiendo en cada brinco más nuestros pies en la tierra húmeda. Dan ganas de gritar, dan ganas de comer tierra. Agarro un puñado de lombrices, la apreto en mis manos, estrujo el líquido. Descomposición me compone. Composición de colores. Arcoiris, señal de alegría. Arcoiris cruza mis días. Me contó una señora, un día que miraba su huerta, que si te encuentras mirando un arcoiris más de quince minutos atraes la fuente de la juventud. ¿cómo es eso? pregunté, bueno- respondió- si puedes mantener tu atención fija en un punto del cielo, es porque el cielo te ha llamado a ir permaneciendo. Permaneciendo siendo siento la fotosíntesis activando la clorofila y a la salida del sol las plantas crecen, crece la hierba, la yerba, la grama tratando de alcanzar el sol con sus extremos. Mastico un poco de zanahoria bien limpiecita. Camino descalza me planto bajo el árbol de naranjo ácido entre sus ramas delicadas. El sonido de los pájaros me envuelve. El zumbar de las abejas me adormece. El tronco del árbol me afirma, las ideas se van por las ramas. Conciliar la sensación natural que me entrega estar aquí. Lleno mis pulmones de hojas que caen. Al inhalar siento las burbujas de oxígeno en mi sangre. Aguanto la respiración. Uno, dos, tres. Expulso el aire en mis manos. Las abrigo con la tierra. La tierra me abriga. Me devuelve estoy en plena conciencia que me encuentro aquí, más si me encuentro allá, como dar con esa co_incidencia. No hay posibilidad, porque no cabe dentro de las posibilidades encontrarme incidiendo en nada más que este tronco, mis ideas y yo. Yo me encuentro, yo soy devuelta. Tomo los frutos y las semillas me alimento siento el presente el pasado y el futuro, el jugo acido estimula mis pupilas gustativas una a una van saliendo las semillas, algunas destinadas a ser plantas otras a morir en el suelo. Un huerto ecosistema pequeño fragmento de este planeta. Serán acaso las hojas de clorofila fluorescente que atraen seres de otros planetas. Vendrán. O solo nos saludan. Astronautica. Acituanortsa.