miércoles

la flor se abre

Doy pisadas in crescendo. Paso a paso respiro profundo. Intento en cada pie puesto en el suelo dejar una lágrima atrás. No puedo. Acelero, quiero correr liberándome. Las paredes me preguntan ¿qué estrella cae sin que nadie la mire? Charly dice que ya no hay noches estrelladas. La única respuesta es que siento que no me miras. Siento que cada latido es alejarse un poco más. Mi corazón va lento y quiero prenderme fuego. Tirar una piedra desde arriba de la escalera y bajar corriendo. Dar en el blanco. Tiro al blanco. Así juegas a darme puntadas. Una puntada una puñalada. Una puñalada un chorro de sangre. Sangre llega al violeta. Me falta oxígeno y corro sin respirar. Ansias de caer. Cae la verdad. Cae una estrella. Cae mi párpado. Cae La nostalgia. Cae el cuerpo al final y al principio para desaparecer. De la nada. En el alcance de la palabra. El código nuestro dónde queda. En que rincón de la silla aquella donde nos sentábamos a beber cerveza. Mucha cerveza. Espumosa. Y el cuerpo ahy en medio de todo. En la confianza de saber que eres mi pana y en esta noche todo está positivo. Porque creemos. Nos creemos. No se trata de verdad o de mentiras, más bien es sobre el hilo de fuego que vamos atravesando. Todos haciendo equilibrio en la cuerda floja. Mirando un punto fijo. Concentrados. Creo que voy a hacer gárgaras. Escupir, limpiarme para seguir tomando la solera verde. Si cambio a vino mezclo y si es tinto es el desastre. Pero todavía no es la hora. A lo mejor podría adoptar una tradición, inglesa, irlandesa, mejor francesa y tomar blanco de atardecer. Adoptando esa tradición también debiera comer quesos hediondos, decir y sacarme los pelos de la lengua. Decirte lo que he callado. Lo que mi cuerpo habla he intentado. Más intentar qué, si tú ya nada ves. No me ves y no te ves. Sólo miras el cielo, yo miro el mío y llueve. Torrencialmente. Viene un relámpago y me da en el ojo. Encandilación. Otro rayo. Destello. Le sigue un trueno. Explosión. Silencio. Silencio. Si hemos de explotar que la calma venga. Necesidad de calma. ¡Oh! lluvia ven a limpiarme. Limpiarnos. Cae la tarde. Sí porque a tí te deben sacar la mierda que te tiene embobado. Cae la ilusión. Caen los sueños. Cae la elección. O es que tú has elegido vivir así. No. Dijiste elegir no querías. Si no sólo vivir. Veinticinco noches hace que habías dicho ser la mujer con la que elegiste pasar tu vida. Cae mi vida. Cae la luna. Caigo estallan las olas que. Caigo champán la espuma del. Caigo en cuenta que no eres capaz de decirme. Cae la confianza. Cae todo un cúmulo de sentimientos encontrados. Algunos manchados por el recuerdo. La enfermedad del recuerdo. Pero aún así soy de acero, sabes. Sensible al fuego. Me fundo caliente, hiervo. Podría arrancar un tajo de tu piel cuando me vuelvo metal fundido. Pero no. Tu piel despierta en mí el deseo. El amor. La ternura. Los días pasan, y poco a poco voy a congelarme de frío aunque la sensación térmica sea de 40 grados centígrados. Me queda una página por leer esta noche. Otras tantas por escribir. No estoy a tu lado a la luz de la lámpara. El cuerpo ya no está aquí. Allí. Cae mi exhalación. La mesa de luz tintinea. Mis ojos están nublados. Respiro sin eco de tus respiros. Mi deseo despierto. Me tiemblan las piernas de tocarte. Despierto en mis deseos. Sé que nadamos. Sé que nado mejor que tú y por ahora me encuentro contra la corriente. Me hundo. Salgo a flote. La corriente tiene reglas. Sin consultarme cambiaste el rumbo. Resbalaste. Te lanzaste por resbalín esa tarde en el cerro. Sonreías. Llegaste triste. No me habías llamado en días. Ya no necesitas mi amor. Lo sé. La verdad me duele en carne. Esa carne que antes comíamos ahora nos come. Comensalismo. Uno tras otro entran al cuerpo pedazos de carne. Una especie devorando a la otra. Sangre regada por todos lados. Mi menstruación llega de repente. Sangro poco a poco. Es que somos carne. Las verduras se han marchitado. Habrá que ir al huertecillo. Unos cilantros y comino para la carne. Las verduras aparte, sí sí aparte para que no les caiga sangre. Claro tu tan creativo ya piensas en pintar las paredes utilizando un tono presente un degradé futuro y la línea suave para el pasado. Yo marco puntos, puntos gotas de mi sangre que chorrea. Ya no es sangre roja. Ya no es sangre. Ahora soy plasma. Un estado indeterminado pero me encuentro en todos mis lados. Dejé de comer carne y los electrolitos corren por mis arterias. Conduzco la electricidad entre estrellas y cinturones. Me conduzco por pasillos cerrados pintados de dolor. Miro al cielo pero no lo veo. Dejo mi sangre marcada en las paredes. Pinto mi dedo y voy dibujando líneas, círculos. Imagino un amanecer. Tan sólo un día de rayos de sol iluminándome. Estoy en una esquina del laberinto y no sé qué dirección seguir. Siento plasma fluir por mí indicándome la dirección. Positivo. Negativo. Positivo. Negatividad. Estado transicional. Me has helado. Soy un cubo de hielo. Hielo seco. Burbujeante en el agua. Las heladeras llenas de helado por cierto el helado argentino el mejor del mundo. Artesanal. Frutilla zambayón. Nada mejor para el invierno que un helado mantecado efe. Con bluberry deshidratadas. Mezclado con nueces. Helado cremoso. Siendo hielo seco si me tocas te quedas pegado. La piel se te seca al toque y te duele. No me toques en ese instante del hielo seco porque te quedarás pegado. Pero el hielo seco se disuelve en el hielo de tu copa de vino. Y todo es frío aunque hayan 45 grados centígrados. Tropical. Y me tocas. O no me tocas. Humo de hielo seco para enfriarse la calentura de la duda. Confusión de cuerpo caliente. Palabras gélidas salen de tu boca. El helado me sabe café amargo. Un mate por la mañana. Amargo. Así han sido mis noches y amanecidas. Otro sorbo de mate. Amarga permanencia. Efímera presencia. Ya te dije que no me toques. En tus aparecidas sólo vienes a eso. Me siento usada. Mi útero lo dice. ¿Eres capaz de darte cuenta? Mi ovario ha detenido la producción en el día cuatro. El hielo las ha penetrado. Las trompas tratan de derretir el hielo con tu cuerpo caliente. La flor se abre en su aroma y la abeja viene a chupar. Miel. Toda la miel que hay entre nosotros. Cítrica empegostada de manos. Miel revolcada en saliva. Miel quieres pura y dulce. Más nada solo para tí. Oh que elegancia. Te serviré una taza completa para que no olvides el polen. Ni el propolio, ni la cera, ni la jalea real. Esos sabores de apicultor . Esa miel no es como la de los abejorros que perforan las paredes. Este nido de abejorros quiere invadirlo todo. La invasión es lo primero y tú dejas que invadan. Las abejas no invaden la vida de los demás. En cambio las avispas. Chupan sangre. Muerden sacando pedazos de carne. Una avispa llegó. Tu vida. Más yo pienso en nuestra vida invadida. Lo permitiste. Te Dejaste. Adiós que te vaya bien. Que te muerda un perro dicen por ahy tu cerebro retorcido. El avispero mayor. Y que no se te olvide ni el propolio ni la miel ni la cera ni la jalea real ni el polen ni el agua cuando fluyo.

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