martes

dia xx


Las mañanas componen el animus del día, el desayuno sienta las notas de la melodía que se entonará. La mañana vuela a ritmo de ave migratoria, a ritmo de rayos del sol después de las ocho de la mañana, al ritmo de una percusión que define el momento antes del movimiento. Cada paso dado es un triángulo equilátero que conforma el ángulo de mis movimientos. Cuento cuantos grados de inclinación ha de tener el ángulo del triángulo. Estos triángulos convergen en el punto exacto de la melodía entonada para transcurrir el día. Transcurrir, discurrir, fluir es el vaiven de ir entre ángulo y ángulo. Cuando me encuentro con los noventa grados es el momento de tomar un juicio recto, una decisión total. Seguir o dejar, comer o ayunar, agua o sed. Si avanzo por el obtuso, mi juicio se difumina en el tuyo y somos una nube de electrones que convergen, ayuno, vigilia, cuerpo con sangre, cuerpo sin sangre. Los escalenos son mucho más propicios a los pasos de a veces, sin tomar decisiones. Muevo el cuerpo como un compás haciendo un semi círculo apuntando al sol las manecillas marcan el ritmo entre la luz y la sombra. La luz es al azar como la oscuridad es al orden. Todo depende de lo que pueda ver, ante la ausencia de luz me estructuro. Continúo el día, entre los triángulos, ayuno, ángulos, azar, rebeldía y el espacio entre ellos. Puede haber un momento en el que dos triángulos se junten y formen un cuadrado. También otro triangulo y un circulo sale una elipse. Pero no es eclipse del día, es el punto del instante eterno que todos los días no tienen. O si? Cuestión de percepción cuestión de sensación. Cuestión de afecciones. Cuál cuestión de la cuestión, reconozco luego percibo, huelo luego siento, miro luego afecta. Cada uno de estos es un círculo sobre el círculo que circunda al triángulo rozando los lados del cuadrado. Veo cuadrados al lado de mi cama, veo cuadrados en la ventana, veo cuadrada la televisión que absorbe la mirada y la sostiene allí congelada infinita. El cuerpo frente al aparato. Imágenes rápidas. El discurso del poder que llega a través de la antena. Noticia. Verdadero Falso verosímil. El cuerpo define la creencia. Comienza por una agudeza estomacal y va subiendo, movimientos peristálticos ascendentes hasta la laringe, emito un juicio. Casi todo lo que allí veo es falso. La realidad es mi creación según la observación. El cuadrado se hace triángulos. La punta del cebollino forma un hermoso cono. Luz, sombra. Un triangulo equilátero de la cortina. El circulo de la bombilla se hace incandescente. Circulando en el circulo hago círculos sobre mi círculo, círculo diario. Cuando niña veia a los animales del zoológico caminar en círculo, ahora yo camino igual que ellos. El encierro es mental. Dos cuadrados hacen un rectángulo, circulo sobre este. Mis pasos son puntos. Doy saltos, salto puntos. Un punto un salto. Una linea. Otra linea al abrir las piernas. Las piernas se salen del tronco y caminan solas. El tronco se separa saltando un punto y la cabeza queda allí siendo otro punto. Un punto atrae otro punto y otro más, una línea. Sostengo la línea entre mi pierna y el brazo contrario. Cambio de línea, pierna y brazo contrario. Sube. Baja. Un punto un salto. Un punto, una línea, un ángulo. Apertura; Inhalo, exhalo surya namaskar para alinear, corrijo, segundo a segundo cada inhalación, cada postura, conozco mi cuerpo pero al mismo tiempo me desconozco. Ya no sé quién soy, me alejo de este plano terrenal, me acerco a la nada, mente en blanco, grado cero.

sábado

Noche x


El bosque aparecía una y otra vez en el camino. Mientras rodaba por la carretera se dejaban ver cada una de las entradas que conducen a la montaña. La primera con una señalización muy llamativa, pero yo buscaba la entrada en la que encontraría el árbol de frutos junto a la vereda. Aunque ya el sol se despedía, los últimos rayos iluminaban las hojas mostrándome la ruta, podía reconocer los matices. Había un degrade como si a propósito quisieran indicarme que llegaría a la claridad y de repente, un árbol explotado en rojo. Dejo ver sus frutos amarillos. Eran mangos. Todo el árbol era rojizo verde y la luz reflejaba sobre los frutos. Detuvimos el auto. Ella, ella, el, aquel y yo. Nos contamos, nos miramos. Ya estábamos allí. Identificamos algunas señales. Aquel no era un lugar prohibido pero necesitaba comprobar que la teoría era cierta. Escuché el sonido de las vías del tren, las habíamos dejado hace rato, subir este cajón, todas las curvas que condujimos, asi todo las hacía sentir al lado. ¡El tren, el tren, como extraño viajar en tren! Trepamos al árbol para endulzar nuestros cuerpos antes de comenzar. Fructosa, fructosa, hilos amarillos, dientes encajados en la fruta, fructosa, fructosa. Los pájaros revoloteaban alborotados picoteando las frutas maduras. Deliciosas. Tenían un efecto estimulante. Mis brazos se separaron del resto del cuerpo y comenzaron a aletear. Sobrevolé el árbol. Canté una canción irreconocible en este preciso momento, hasta desconocía que podía emitir tal agudeza de laringe.

Sentía que estaba en lo alto de mi ser dejando bajo el árbol

Una sombra que se hacía incandescente e intentaba subir por las ramas. Intenté separarme de ella pero seguía aferrada a mí. En mi aleteo con fuertes movimientos me desprendí de ella y pude observar como una lágrima brotó de ella humedeciendo la brisa. Ella era pesada. Quedó adherida a mis patas un fragmento de ella. Aletié más fuerte pero el fragmento de sombra seguía allí. Suave. Pero su peso se iba haciendo más ligero a medida que alzaba el vuelo. Hasta que me desprendí de ella por completo. La dejé atrás para seguir por otra rama, no me había detenido antes en la cantidad de brazos que tiene un mango, pareciera ni notar mi presencia. Está la espina dorsal, gruesamente rugosa, luego son cinco seis ocho brazos, manos también. Elijo por cuál seguir. Un brazo me lleva a otro y de ese salto al siguiente. Palpo la corteza con mi mejilla, su suavidad me saluda. Siento poco a poco las largas hojas y la savia brota, inundando el aroma verde, pienso en la jalea que voy a preparar con los frutos, el chutney todas las especies que lleva, pimienta, clavos, pasas, aji, muerdo la fruta y sus hilos se quedan en mis dientes. Veo a lo largo, desde arriba el camino de la montaña pero el árbol me abraza, afirma atrapa. Escucho unos pasos acercarse desde otra rama, de seguro será uno de sus habitantes inspeccionando la llegada de una afuerina. Sabo a mango, pero de seguro no huelo a la frescura dulce. Contengo la respiración pasando desapercibida. Inhalo exhalo suave, retengo. Aguanto el aire, aguanto mi humanidad. Me adhiero a las ramas del mango bañándome en su savia, la dejo correr por mi piel, penetra en mis poros, entra en la sangre, en las células, corre por mis venas y llega al fondo de mi corazón que late cada segundo con su ritmo preciso y galopante. Estos latidos sus latidos vibrando en sintonía. La luna gobierna nuestros sentidos. Ella alimenta la vida. Lo blanquecino empieza tenue a aparecer entre las hojas y las ramas. Esta noche nos acompaña en creciente, la savia viene en ascendente. Subo la rama para sentir esa energía en la copa
https://ssl.gstatic.com/ui/v1/icons/mail/images/cleardot.gifY descubro un pequeño nido de pájaros. Me acomodo para no estropearlo. Las ramitas se ven a lo lejos. Escucho el cantar de las ranas. La lechuza también me saluda. Unos murciélagos revolotean el árbol en busca de alimento. He visto pasar unas luciérnagas con su tintinear brillante blancuzco. Los grillos allá abajo han dado comienzo a la serenata nocturna. Mi respiración se ha acoplado como un sonido más, alguien aúlla a lo lejos. Las estrellas me sostienen en su regazo. Los grillos son intensos, un perro ladra, que estará buscando, el mango está fuerte y me sostiene, se ha convertido en una cueva, floto y bailo. Bailo y floto al dulzón de la sabrosura, voy en el ritmo como una nube va en el viento me resuena la canción y bailo bailo bailo. Muevo las piernas, meneo la cadera, subo bajo los brazos, bailo flotando. Floto bailando entre las hojas, soy la protagonista de muchos ojos esta noche presente
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lunes

Día x

Aún con los ojos cerrados escucho llegar esa canción de despertador, no recuerdo porque quise ponerlo en estos días ya he perdido el horario y el despertar se ciñe a cualquier hora. Es su suave melancólica voz que me dice - hace años lo repite- la huella de esta fantasía, qué he hecho, oh! esta incertidumbre me está tomando el control, me está tomando. Así de incierto, abro un ojo luego abro el otro, la luz penetra y me deja casi enceguecida, pero así es el día. Me muevo y observo directo a la ventana: primero se ve borrosa, luego poco a poco va entrando en foco el cebollin, que siempre crece en la mañana con la primera luz del día. Sus alargadas hojas puntiagudas quieren tocar también al sol. Lo veo alargarse. Escucho al fondo la máquina de escribir una tecla inhalo una tecla y dos traen a mi una sensación de estar respirando a i r e, frescura que había olvidado de años respirando ollín tecla aquí ahora tecla siento lo que es de allá una tecla exhalo, otra tecla refresca mis fosas tecla va limpiando los ductos tecla tecla tecla El sonido de la máquina me levanta de inmediato.. Ha comenzado el día, lo sé, pero el cebollino no ha crecido lo suficiente. Tal vez la fotosíntesis también se ha encerrado. Sin querer salir. Sin poder salir. La tierra que rodea al cebollino está seca. Hundo mi dedo en la tierra y la palpo mientras la máquina continua en su caminar. Esa falta de agua es mía, me chupo el dedo, salivo. La máquina trota yo salivo la máquina corre yo salto de la pieza siendo la única posibilidad de salir. La máquina corre veloz yo salto sin parar con la boca entierrada, salivo. Tomo la guitarra y sigo los pasos de la máquina, algunas notas suenan suenan y comienzo a sentir el tiempo, el tempo, mi cintura no se detiene y bailo. Escucho nuevamente el despertador. Estoy despierta bailo al ritmo de Beth. Vuelvo a tener quince pensando que mi cuerpo es ágil y flexible. Me desplomó en el suelo sintiendo mis extremidades estirarse, quiero estirarme más aun. Respiró hondo la frescura del cebollin inunda la voz suave del despertador, la máquina se ha detenido. Ahora, la melodía está en las cuerdas, aquí estoy enraizada al suelo, mi boca sabe a tierra. Creo que puedo tocar esa canción, lo intento una y otra vez, las cuerdas, los dedos junto a los trastes, controlar la tensión de la cuerda, mientras pienso en la medida y en las medidas de control de todo aquello que esta fuera de la pieza. Tomo una hojita del cebollino y la masticó. Tal vez deba usar crema dental. Pero es hálito verde. Frescura refresca los dispositivos. El hálito libera la mínima cuerda de la tensión, la pasta dental controla mi día. La olvido conciente así sea un día diferente. Aún no controlan mi cepillada, si bien sabia que no debía haber comprado esa pasta dental Me habían aconsejado que usara bicarbonato con hojas de menta, pero ese sabor era un tanto amargo. Acto de capital y de consumo lavo los dientes para evitar caries. Lavo las manos para evitarlo. Lavo. La suciedad del sistema del consumo del parasitismo que vive en cada muela en cada diente. ¿Será que hay un límite en el control? ¿Hemos alcanzado los límites del capital? ¿Ha explotado el consumo? Traspasamos los límites de lo posible y sólo queda lo absoluto mientras las encías las limpio con agua y sal, el bicarbonato ralla los dientes. Lavo los dientes, despierto, lavo mi cara despavilo, lavo mis manos, lavo mi cara. Suave la espuma del jabón despereza mis músculos faciales. Tengo que usar los lentes. Donde los he colocado. El tacto es preciso. El foco y el fuera de foco en ajuste permanente: la forma de mi reflejo el fondo de la puerta blanca la forma de este día el fondo de la taza de café me trae recuerdos sobre por que la escritura de ese texto estaba tan vinculada a las emociones que no podía continuar escribiéndolo. Hoy 100 años después vuelvo a revisar los apuntes de aquel boceto de libro y siento que la emoción del presente me cegaba y no me permitía continuar. Leer la escritura propia desde la distancia para encontrar la raíz de todo aquello. Lo que era necesario decir para contar la historia. Separar la ficción de lo documental. Remover los archivos. Sacar a pasear el monstruo. Me coloque los zapatos. Cruce el cordón de la imagen fija y até el guión. Re leí sin hacer edición salvo de acentos, en este siglo la acentuación ha cambiado abismal. No así la puntuación, eso lo dejamos al azar aún. Como invitamos a la ficción, sin puntuar. Una tecla un punto dos teclas dos puntos, tres teclas punto seguido. Desatiendo la mirada del texto, me miro. ¿Porqué comenzar con la pregunta? ¿Es esa es la raíz? Ha llegado la hora de la frase matutina: ¿cómo llegué hasta aquí? No es necesario saberlo pero los controles del estado gobierno son una masa uniforme de moscas alrededor de lo deshecho. Control policial control militar control laico control evangélico. Ni siquiera puedo controlar la comida o los movimientos del cuerpo. Pero me voy a caminar. Completamente cubierto el cuerpo y rostro salgo a caminar. Pero ya no siento, Siento lo diferente de mi cuerpo y el estar. Siento la diferencia de la salida cubierta, he descubierto que mi cuerpo es otro. El mismo cuerpo otra pisada. Control estatal control mental control movimiento control corporal. Siento el aire, el otro aire. Pienso en la otra posibilidad, tomar un camino al azar. Cruzo a la izquierda luego a la derecha sigo recto y hay dos vías de tren que conducen a laberintos opuestos, la salida he de descubrirla caminando e incorporando un hilo en el camino dos veces a la izquierda doblo sigo recto le doy al hilo para ver si endereza el camino, doblo a la derecha, no puedo, doy un paso atrás y sigo otros pasos más. Ya desconozco mi nuevo caminar, le doy más hilo al hilo esperando me muestre el camino. Escucho una voz que me llama:

- ¿dónde vas?

- busco el camino

- hace rato lo has dejado atrás

- ¿quién eres?

- quien soy

- El cebollino continúa creciendo, el cuerpo sigue de pie

- la opción es crecer

- pero algo se ha detenido, se ha dado cuenta

- ¿cuántas cuentas tiene usted?

- más de cien colgadas al cuello

- debe liberarse

- estoy atada a una soga

- es tan sólo tu mente que te tiene atada, debe liberarse

- usted anda descalzo

- usted anda exuberante

- usted es Prometeo

silencio

viernes

atravesando

El oráculo me había hablado. Un pregunta por semana durante tres semanas. La pregunta de hoy me ha callado. Respiré hondo acariciándome con un rayo de sol. Abrí los ojos. La viga está a punto de quebrarse. Preponderar. Cruzo un puente que cruje. Cada paso es una posibilidad más de caer. Cierro los ojos. Doy un paso. Abro los ojos. Otro paso. El sol comienza a iluminar mi mañana y sólo sé que debo cruzar el puente. Doy tres o cuatro pasos sin mirar hacia abajo. Para no imaginar caer. Para alejar el vértigo. La mirada al frente. Las maderas chirrían a cada paso. Parece que los clavos no soportan más pero no he llegado a la mitad. Es apenas el comienzo. Cómo cuándo comencé a caminar. Primero a gatas. Tentando las manos hasta lograr subir brazos y pies. Aprender lo desaprendido en cada comienzo. Un pájaro se posa en mi mano. Me da miedo. Pero me canta. Se alegra y se marcha dejándome ahy a la mitad del camino. No tengo certeza de haber llegado a la mitad, lo supongo pero aún me quedan pasos para llegar. El pájaro ha mantenido los palos sin chirriar un par de pasos más. Sólo un par. De ahí he vuelto a tener ese apretón estomacal de encontrarme en esto. Me llevo el río, me lleva el río. Canto mientras miro alrededor buscando si es que hay alguna salida: un pez me grita y yo nunca lo escucho/ y desaparecer es lo que me aconsejan/ huir de tí, salirme de tu senda. Los pasos con apretón son más livianos, me digo y avanzo dos pasos más sin pensarlo de nuevo. Dejaré de pensar para avanzar. Pero no necesito ir rápido ya estoy llegando a la mitad. No hay vuelta atrás. Dar un paso en falso aquí puede ser mortal. Resistirse a la caída es casi como volar. No puedo voltear porque podría terminar perdiendo el equilibrio pero debo seguir. En este instante sobre la balanza me acerco al centro. Soy el centro. Tú estás al otro lado. Detrás o delante. Estas en los extremos. Quisiera que te alejaras así se alejaría el miedo. Pero quiero que me esperes allí también. Me darás un abrazo. Las cuerdas de este puente cuelgan. Mis manos son tan frágiles en la inmensidad. Frágiles y fuertes capaces de llegar al otro lado. El miedo comenzó- ya te lo había dicho o quieres que te lo repita- comenzó en el miedo. Esa primitiva sensación que viene y está en ese paso. Atraviesa. Traspasa las capas, los pies, las moléculas. Ya sabía que lo líquido está. Es así. Casi siempre. Es ese estado en que las moléculas se encuentran en estado de atracción. Menor independiente de la presión. El miedo. El miedo del medio poco a poco lo camino. Cada paso determinante. Con fuerza. Este puente es camino. Y por mi camino voy. Un ovni se pasea por el cielo invitándome a dar un paseo. El puente se mueve por la fuerza del viento. Ellos no me ven. Solo siguen su camino. Estoy sudando. Le faltan pedazos a este puente. Miro hacia abajo y no caigo. Miro al frente. Un punto fijo. Respiro. En este instante un ovni no es lo que quisiera. Otro día puedes llevarme. Hoy no hay tiempo para secuestros express. Respiro. Las moléculas de oxígeno me harán desapercibida. Me detengo. Moléculas entran, fluyen. Exhalo. Confluir en la nada. Punto fijo. Respiro. Espiro. No veo que me sobrevuela, al volar no me ve. Usted, le dije. Deje de mirarme, por un tiempo. Por unas vueltas en el aire. Déjelo así que esto está jodido. No se da cuenta. Pero esto está jodido. Tiene que salirse del otro lado del puente. De lo contrario no lograré llegar. Te me atraviesas y no quiero eso. Salte del medio salte del miedo. Te salto y sigo mi camino. Saltando logro evadir los agujeros del puente. La madera cruje. Las cuerdas ceden. La altura me pega. Quiero vomitar. Tomo un trago de ron y lo escupo. Me revuelve la bilis. No pensaba que podía tener vértigo a estas alturas. Escapaba de mi imaginación. Llevo años decenios siglos subiendo alturas. Sola. Salto. Sola. Salto. Contengo la respiración y aprieto el centro de mi mano izquierda. Me he puesto nerviosa. Es sólo un pensamiento fugaz. No puedo estar nerviosa a esta altura. Es apretar el centro de la palma derecha. Me confunde. Visualizo la señora que un día me enseñó, ¿cuál mano? Salto. Salte. Saltas. A estas alturas. Siento ganas de orinar. Es gracioso orinar en un puente. Me abro de piernas y el líquido sale de mí. Lo veo caer. Mi cuerpo podría caer como la orina. La madera se moja. Al vacío. Me escurro. Parece que peso menos. Más liviano. Soy de helio quiero flotar. Salir volando en un globo pero sé que al final de este puente tan extraño sigue el camino. Y quiero seguir sabes. Solo que no se cuál es la página que debo pasar ahora. Ni cuando comenzare a escribirla. Una rata ha cruzado el puente. Me ha pasado por al lado y ha llegado primero que yo. Ella sigue su camino. Pero ha dejado su rastro. Rastro de rata. He de seguirla. Una sobreviviente. Las ardillas también son ratas. Los murciélagos comen ratas. Ratas y ratas. Hay algunas más vivas que otras. Recuerdo esa rata que vino a vivir conmigo, cuatro meses de convivencia. Hasta que un día, sola se fue. Pienso en cualquier cosa porque no sé qué hacer con el crujido de la madera. ¿Debo apurar el paso? no seguiré el rastro de la rata, esta vez. Es posible que me lleve a mal camino. Pareciera que peso menos pero la madera cruje más. Otro paso y veo un agujero. Debo saltar. Temo saltar. Salto el agujero y caigo en el puente. Se nota que es fuerte a pesar de sus maderas roídas. Falta poco para llegar al otro extremo. Pero no puedo cantar victoria hasta salir de este precipicio. Me come el vacío me llena el vacío me saca el aire del estómago. Camino sin mirar atrás avanzo hacia el vacío y llego a esa sensación de ser un punto diminuto en algún lugar de miles de otros puntos que suman punteadas en el punto preciso donde me encuentro. Camino hacia el vacío y siento tener el control de algo muy grande. Al capturarlo en mis manos pasa a la pequeñez. Estoy sobre el puente. Bajo el puente. Al lado del puente. Soy un puente y todos caminan sobre mí sus pisadas de miles de siglos sobre mí. Pesado pasado pisado sobre la madera de mi cuerpo de mis extremos. Soy la comunicación entre dos mundos. Un puente de guerra o un puente de paz. La comunicación sólo es posible en esos polos. O estamos en guerra o estamos en paz. Ya me había dicho que preparara el ejército y esta cruzada sería la de un siglo. Dos siglos. Si yo eligiera, viviría en paz. Más yo no pude elegir. Sólo preparación. Varios siglos de guerra. De edificios abandonados. Cadáveres y vestigios por todos lados. Y el puente allí imponente armable en 3 días. Justo para conectar con sus clavos aceros maderas cuerdas. La guerra puede durar décadas. Hay que detenerla pero como. Haciendo la paz. La reconstrucción de la entrega. La fluidez melancólica de la partida y la llegada. Entrego construcción de momentos. Caigo en el recuerdo de la época de paz. Comienzo marcando la línea del puñado de clavos que me enterraste. El acero estabilizó. El olor a ciprés cautivó nuestros sueños. Ahora sólo utilizo una cuerda tratando de atar lo que no partió. Cómo atarme al puente para no salir volando. Laceo lo más lejos que puedo y quedo cerca. Intento otra vez. Sigo intentando llegar lo más lejos para marcar el resto de pasos que haré. Pero pronto quedo colgando al aire. He caído. Pero mi mano me sujeta. Luego la otra. Estoy cayendo y se ve lejos el fondo. Pero no caigo. Una fuerza interior sale de mí. Me envuelve mi interior. Recordarte de lejos así de lejos lejos alejándome poquito a poco a punto de caer en tu recuerdo pero no caigo no caigo. No te llamo ni espero tu llamado. Solo sigo aquí Voy a caer, pero no caigo. Miro el precipicio. Cuántas veces lo miré pensando en tirarme. Tomar el impulso. Lo más fácil habría sido tirarme. Lo más difícil es olvidarte. Queda poco del puente. No sé si tendré energía para llegar. Esa fuerza interior se debilita con la exhalación. Debiera ser al revés. Debiera sentirme más fuerte con la inhalación. Pierdo fuerza. Cada vez pierdo un poco más. Pero la guerra sigue en pie. La bandera no se ve flameando. Ahora tengo que ser un arácnido para poder llegar. Construir la tela para alcanzar el otro lado. Son varios rayos arácnidos tejiendo. Como las abuelas. Sin parar. Sin dejar que un segundo suceda vacío. Tejo cada punto contando alargando el camino. Me encuentro con clavos marcan las puntadas. Un punto un clavo un punto un clavo. Los dejaré puestos para ver si llegan más hondo. Por ahora puntadas sin hilo. Puntadas con clavos. Puntadas con hilo. Puente de clavos arácnidos. Aprieta más la soga. Mis muñecas maniatadas me impiden avanzar. Debo esperar. El viento soplará y me llevará al otro lado. Este puente me ha dejado atrás. Atrás dejado ha puente este.

jueves

a veces

Abro los ojos. El cielo me sonríe. Una lágrima sale de mí más una sensación de revoloteo estalla. Revuelta de carnero. La sensación de haber dado vueltas y vueltas en un día de encierro. La sensación de estar en el borde y dudar si hacerlo o no. La duda, una vez más. Es tiempo de dejarla atrás. Mirada segura, ¿optimismo voluntario? El cabello crece y crece. Cada vez fiel a las tijeras y el olor a miel de la cera que limpia cada poro de mi cuerpo. Bolas de pelo salen de mis peines. Los cabellos en la toalla, cabellos en la almohada. Llevarlo suelto al viento. Cabellos en la axila. Cabellos en la entrepierna. Pero puedo controlarlos. Sentir el crecer y cortar infinito del cabello. Me dijo una tía que el cabello no se corta sólo se enreda entre mis dedos, tu cabello. Las ondas que generas desde tu cerebro encrispan mi panza. Cabello castaño. Cabellos en las piernas protegen del invierno. Pero yo suelo cortarlos, de un lado. Darle forma a los cabellos de la pierna es difícil y antiestético. Hay que sacar cada bello, cortar los que no salen. Dejar la piel viva. Algunos salen de los dedos de los pies. También se cortan pues se ven feos. Todo el cuerpo sin bellos menos la cabellera larga y frondosa de la cabeza. Así está el cuerpo. Sin bellos. Con órganos. Inflamación. Expulsión. Sin órganos. Con bellos. Mi cuerpo está así. Con bellos en todo el cuerpo salvo mi cabeza tiene corto y melenudo. A veces me lavo el cabello, me agrada mi olor. Cada cierto tiempo les agarro cariño más no los quiero sacar. Ni que me los saquen. Mientras más los dejo crecer menos los veo. Y así también a veces ando a piernas peludas. Peinar los bellos de las piernas. Y las cejas. También hay que sacar algunos de las cejas para dar la forma. El rostro. Si se cae una pestaña puedes pedir un deseo. La colocas sobre la yema de los dedos gordos. Tu yema del dedo gordo y la mía. Quien se quede con la pestaña se le cumple el deseo. Así jugamos. Por el deseo de juntar tus bellos con los míos. Y de repente quedarse sin pelos sin bellos de la nada. Acercas tus yemas buscando las mías. Llevas tus yemas siguiendo las mías. Vas caminando sobre mi palma, sigues por la muñeca. Te encuentras en el codo y lo recorres haciendo remolinos con mis pelos. Das vueltas por mi brazo deslizándote sobre mis pelos. Bailan los bellos y las yemas. Bailamos al ritmo de nuestra respiración, yemas y bellos. El baile no se detiene. Cada vez nos enredamos más. Más. Más. Se me paran los pelos. Aumenta la respiración. Poros abiertos. La vuelta de carnero. Saboreamos el néctar. Estática. Todos los bellos erizados. Un electrocutazo. Luces estroboscópicas. Electroshock. Corte en la respiración. Dolor en el esternón. Electrocutación de idea uno. Punzada en la sien. Piel de gallina. Corte en la respiración. Electrocutación idea dos. Punzada en la sien. Hormigueo en los dedos sube por el brazo. Siento hormigas en la columna. Despierto de un somnífero, abro los ojos, sudado el cuello la frente del otro mundo. De cuantas capas de piel está hecho nuestro cuerpo. Cuántas pieles de mi te han cubierto. De tu piel me cubría. Hasta que ya no más. Ahora café sin azúcar más bien papelón. El papelón lo produzco tú lo incitas. Mi cuerpo se descuera de tus capas. Tú lloras pidiéndome que no meta más el dedo en la llaga. ¿Cuántas llagas me hiciste? Heridas que aún no cierro. Cada una de ellas es una lágrima que corre por mis mejillas. Mi dedo se descama, es posible que pierda las uñas. Las capas de piel se caen por el sol. Las quito. Como si cada piel es un momento quiero borrar todos los momentos. Borrar mi piel. Desaparecer. Pero no. La corriente del agua desplaza fluidos. La palmera que me da sombra me invita a colgar una hamaca. Otro café sin azúcar, enciendo un cigarrillo eligiendo dónde. Cuál será el lugar preciso, si aún podemos hablar de precisión. Precisamente desaparecer es lo que la hamaca me entrega. Me subo y balanceo. Un ir. Venir. Ir. Venir. Ir a ninguna parte. No buscamos llegar a algún lugar, tampoco. Era solamente el sentarse en la hamaca y balancear. Balancear un rato como no sería más. Porque no nos encontrarémos, no iremos. No hay otro lugar para nosotros. No hay. Mientras los gatos corren a mi alrededor... en busca de sobras para alimentarse . Encuentro el punto de equilibrio. Flotando en la hamaca. Otro cigarrillo. A veces quieres ser gato o perro. Oliendo el rastro. De lo que ha quedado.

miércoles

la flor se abre

Doy pisadas in crescendo. Paso a paso respiro profundo. Intento en cada pie puesto en el suelo dejar una lágrima atrás. No puedo. Acelero, quiero correr liberándome. Las paredes me preguntan ¿qué estrella cae sin que nadie la mire? Charly dice que ya no hay noches estrelladas. La única respuesta es que siento que no me miras. Siento que cada latido es alejarse un poco más. Mi corazón va lento y quiero prenderme fuego. Tirar una piedra desde arriba de la escalera y bajar corriendo. Dar en el blanco. Tiro al blanco. Así juegas a darme puntadas. Una puntada una puñalada. Una puñalada un chorro de sangre. Sangre llega al violeta. Me falta oxígeno y corro sin respirar. Ansias de caer. Cae la verdad. Cae una estrella. Cae mi párpado. Cae La nostalgia. Cae el cuerpo al final y al principio para desaparecer. De la nada. En el alcance de la palabra. El código nuestro dónde queda. En que rincón de la silla aquella donde nos sentábamos a beber cerveza. Mucha cerveza. Espumosa. Y el cuerpo ahy en medio de todo. En la confianza de saber que eres mi pana y en esta noche todo está positivo. Porque creemos. Nos creemos. No se trata de verdad o de mentiras, más bien es sobre el hilo de fuego que vamos atravesando. Todos haciendo equilibrio en la cuerda floja. Mirando un punto fijo. Concentrados. Creo que voy a hacer gárgaras. Escupir, limpiarme para seguir tomando la solera verde. Si cambio a vino mezclo y si es tinto es el desastre. Pero todavía no es la hora. A lo mejor podría adoptar una tradición, inglesa, irlandesa, mejor francesa y tomar blanco de atardecer. Adoptando esa tradición también debiera comer quesos hediondos, decir y sacarme los pelos de la lengua. Decirte lo que he callado. Lo que mi cuerpo habla he intentado. Más intentar qué, si tú ya nada ves. No me ves y no te ves. Sólo miras el cielo, yo miro el mío y llueve. Torrencialmente. Viene un relámpago y me da en el ojo. Encandilación. Otro rayo. Destello. Le sigue un trueno. Explosión. Silencio. Silencio. Si hemos de explotar que la calma venga. Necesidad de calma. ¡Oh! lluvia ven a limpiarme. Limpiarnos. Cae la tarde. Sí porque a tí te deben sacar la mierda que te tiene embobado. Cae la ilusión. Caen los sueños. Cae la elección. O es que tú has elegido vivir así. No. Dijiste elegir no querías. Si no sólo vivir. Veinticinco noches hace que habías dicho ser la mujer con la que elegiste pasar tu vida. Cae mi vida. Cae la luna. Caigo estallan las olas que. Caigo champán la espuma del. Caigo en cuenta que no eres capaz de decirme. Cae la confianza. Cae todo un cúmulo de sentimientos encontrados. Algunos manchados por el recuerdo. La enfermedad del recuerdo. Pero aún así soy de acero, sabes. Sensible al fuego. Me fundo caliente, hiervo. Podría arrancar un tajo de tu piel cuando me vuelvo metal fundido. Pero no. Tu piel despierta en mí el deseo. El amor. La ternura. Los días pasan, y poco a poco voy a congelarme de frío aunque la sensación térmica sea de 40 grados centígrados. Me queda una página por leer esta noche. Otras tantas por escribir. No estoy a tu lado a la luz de la lámpara. El cuerpo ya no está aquí. Allí. Cae mi exhalación. La mesa de luz tintinea. Mis ojos están nublados. Respiro sin eco de tus respiros. Mi deseo despierto. Me tiemblan las piernas de tocarte. Despierto en mis deseos. Sé que nadamos. Sé que nado mejor que tú y por ahora me encuentro contra la corriente. Me hundo. Salgo a flote. La corriente tiene reglas. Sin consultarme cambiaste el rumbo. Resbalaste. Te lanzaste por resbalín esa tarde en el cerro. Sonreías. Llegaste triste. No me habías llamado en días. Ya no necesitas mi amor. Lo sé. La verdad me duele en carne. Esa carne que antes comíamos ahora nos come. Comensalismo. Uno tras otro entran al cuerpo pedazos de carne. Una especie devorando a la otra. Sangre regada por todos lados. Mi menstruación llega de repente. Sangro poco a poco. Es que somos carne. Las verduras se han marchitado. Habrá que ir al huertecillo. Unos cilantros y comino para la carne. Las verduras aparte, sí sí aparte para que no les caiga sangre. Claro tu tan creativo ya piensas en pintar las paredes utilizando un tono presente un degradé futuro y la línea suave para el pasado. Yo marco puntos, puntos gotas de mi sangre que chorrea. Ya no es sangre roja. Ya no es sangre. Ahora soy plasma. Un estado indeterminado pero me encuentro en todos mis lados. Dejé de comer carne y los electrolitos corren por mis arterias. Conduzco la electricidad entre estrellas y cinturones. Me conduzco por pasillos cerrados pintados de dolor. Miro al cielo pero no lo veo. Dejo mi sangre marcada en las paredes. Pinto mi dedo y voy dibujando líneas, círculos. Imagino un amanecer. Tan sólo un día de rayos de sol iluminándome. Estoy en una esquina del laberinto y no sé qué dirección seguir. Siento plasma fluir por mí indicándome la dirección. Positivo. Negativo. Positivo. Negatividad. Estado transicional. Me has helado. Soy un cubo de hielo. Hielo seco. Burbujeante en el agua. Las heladeras llenas de helado por cierto el helado argentino el mejor del mundo. Artesanal. Frutilla zambayón. Nada mejor para el invierno que un helado mantecado efe. Con bluberry deshidratadas. Mezclado con nueces. Helado cremoso. Siendo hielo seco si me tocas te quedas pegado. La piel se te seca al toque y te duele. No me toques en ese instante del hielo seco porque te quedarás pegado. Pero el hielo seco se disuelve en el hielo de tu copa de vino. Y todo es frío aunque hayan 45 grados centígrados. Tropical. Y me tocas. O no me tocas. Humo de hielo seco para enfriarse la calentura de la duda. Confusión de cuerpo caliente. Palabras gélidas salen de tu boca. El helado me sabe café amargo. Un mate por la mañana. Amargo. Así han sido mis noches y amanecidas. Otro sorbo de mate. Amarga permanencia. Efímera presencia. Ya te dije que no me toques. En tus aparecidas sólo vienes a eso. Me siento usada. Mi útero lo dice. ¿Eres capaz de darte cuenta? Mi ovario ha detenido la producción en el día cuatro. El hielo las ha penetrado. Las trompas tratan de derretir el hielo con tu cuerpo caliente. La flor se abre en su aroma y la abeja viene a chupar. Miel. Toda la miel que hay entre nosotros. Cítrica empegostada de manos. Miel revolcada en saliva. Miel quieres pura y dulce. Más nada solo para tí. Oh que elegancia. Te serviré una taza completa para que no olvides el polen. Ni el propolio, ni la cera, ni la jalea real. Esos sabores de apicultor . Esa miel no es como la de los abejorros que perforan las paredes. Este nido de abejorros quiere invadirlo todo. La invasión es lo primero y tú dejas que invadan. Las abejas no invaden la vida de los demás. En cambio las avispas. Chupan sangre. Muerden sacando pedazos de carne. Una avispa llegó. Tu vida. Más yo pienso en nuestra vida invadida. Lo permitiste. Te Dejaste. Adiós que te vaya bien. Que te muerda un perro dicen por ahy tu cerebro retorcido. El avispero mayor. Y que no se te olvide ni el propolio ni la miel ni la cera ni la jalea real ni el polen ni el agua cuando fluyo.