viernes

atravesando

El oráculo me había hablado. Un pregunta por semana durante tres semanas. La pregunta de hoy me ha callado. Respiré hondo acariciándome con un rayo de sol. Abrí los ojos. La viga está a punto de quebrarse. Preponderar. Cruzo un puente que cruje. Cada paso es una posibilidad más de caer. Cierro los ojos. Doy un paso. Abro los ojos. Otro paso. El sol comienza a iluminar mi mañana y sólo sé que debo cruzar el puente. Doy tres o cuatro pasos sin mirar hacia abajo. Para no imaginar caer. Para alejar el vértigo. La mirada al frente. Las maderas chirrían a cada paso. Parece que los clavos no soportan más pero no he llegado a la mitad. Es apenas el comienzo. Cómo cuándo comencé a caminar. Primero a gatas. Tentando las manos hasta lograr subir brazos y pies. Aprender lo desaprendido en cada comienzo. Un pájaro se posa en mi mano. Me da miedo. Pero me canta. Se alegra y se marcha dejándome ahy a la mitad del camino. No tengo certeza de haber llegado a la mitad, lo supongo pero aún me quedan pasos para llegar. El pájaro ha mantenido los palos sin chirriar un par de pasos más. Sólo un par. De ahí he vuelto a tener ese apretón estomacal de encontrarme en esto. Me llevo el río, me lleva el río. Canto mientras miro alrededor buscando si es que hay alguna salida: un pez me grita y yo nunca lo escucho/ y desaparecer es lo que me aconsejan/ huir de tí, salirme de tu senda. Los pasos con apretón son más livianos, me digo y avanzo dos pasos más sin pensarlo de nuevo. Dejaré de pensar para avanzar. Pero no necesito ir rápido ya estoy llegando a la mitad. No hay vuelta atrás. Dar un paso en falso aquí puede ser mortal. Resistirse a la caída es casi como volar. No puedo voltear porque podría terminar perdiendo el equilibrio pero debo seguir. En este instante sobre la balanza me acerco al centro. Soy el centro. Tú estás al otro lado. Detrás o delante. Estas en los extremos. Quisiera que te alejaras así se alejaría el miedo. Pero quiero que me esperes allí también. Me darás un abrazo. Las cuerdas de este puente cuelgan. Mis manos son tan frágiles en la inmensidad. Frágiles y fuertes capaces de llegar al otro lado. El miedo comenzó- ya te lo había dicho o quieres que te lo repita- comenzó en el miedo. Esa primitiva sensación que viene y está en ese paso. Atraviesa. Traspasa las capas, los pies, las moléculas. Ya sabía que lo líquido está. Es así. Casi siempre. Es ese estado en que las moléculas se encuentran en estado de atracción. Menor independiente de la presión. El miedo. El miedo del medio poco a poco lo camino. Cada paso determinante. Con fuerza. Este puente es camino. Y por mi camino voy. Un ovni se pasea por el cielo invitándome a dar un paseo. El puente se mueve por la fuerza del viento. Ellos no me ven. Solo siguen su camino. Estoy sudando. Le faltan pedazos a este puente. Miro hacia abajo y no caigo. Miro al frente. Un punto fijo. Respiro. En este instante un ovni no es lo que quisiera. Otro día puedes llevarme. Hoy no hay tiempo para secuestros express. Respiro. Las moléculas de oxígeno me harán desapercibida. Me detengo. Moléculas entran, fluyen. Exhalo. Confluir en la nada. Punto fijo. Respiro. Espiro. No veo que me sobrevuela, al volar no me ve. Usted, le dije. Deje de mirarme, por un tiempo. Por unas vueltas en el aire. Déjelo así que esto está jodido. No se da cuenta. Pero esto está jodido. Tiene que salirse del otro lado del puente. De lo contrario no lograré llegar. Te me atraviesas y no quiero eso. Salte del medio salte del miedo. Te salto y sigo mi camino. Saltando logro evadir los agujeros del puente. La madera cruje. Las cuerdas ceden. La altura me pega. Quiero vomitar. Tomo un trago de ron y lo escupo. Me revuelve la bilis. No pensaba que podía tener vértigo a estas alturas. Escapaba de mi imaginación. Llevo años decenios siglos subiendo alturas. Sola. Salto. Sola. Salto. Contengo la respiración y aprieto el centro de mi mano izquierda. Me he puesto nerviosa. Es sólo un pensamiento fugaz. No puedo estar nerviosa a esta altura. Es apretar el centro de la palma derecha. Me confunde. Visualizo la señora que un día me enseñó, ¿cuál mano? Salto. Salte. Saltas. A estas alturas. Siento ganas de orinar. Es gracioso orinar en un puente. Me abro de piernas y el líquido sale de mí. Lo veo caer. Mi cuerpo podría caer como la orina. La madera se moja. Al vacío. Me escurro. Parece que peso menos. Más liviano. Soy de helio quiero flotar. Salir volando en un globo pero sé que al final de este puente tan extraño sigue el camino. Y quiero seguir sabes. Solo que no se cuál es la página que debo pasar ahora. Ni cuando comenzare a escribirla. Una rata ha cruzado el puente. Me ha pasado por al lado y ha llegado primero que yo. Ella sigue su camino. Pero ha dejado su rastro. Rastro de rata. He de seguirla. Una sobreviviente. Las ardillas también son ratas. Los murciélagos comen ratas. Ratas y ratas. Hay algunas más vivas que otras. Recuerdo esa rata que vino a vivir conmigo, cuatro meses de convivencia. Hasta que un día, sola se fue. Pienso en cualquier cosa porque no sé qué hacer con el crujido de la madera. ¿Debo apurar el paso? no seguiré el rastro de la rata, esta vez. Es posible que me lleve a mal camino. Pareciera que peso menos pero la madera cruje más. Otro paso y veo un agujero. Debo saltar. Temo saltar. Salto el agujero y caigo en el puente. Se nota que es fuerte a pesar de sus maderas roídas. Falta poco para llegar al otro extremo. Pero no puedo cantar victoria hasta salir de este precipicio. Me come el vacío me llena el vacío me saca el aire del estómago. Camino sin mirar atrás avanzo hacia el vacío y llego a esa sensación de ser un punto diminuto en algún lugar de miles de otros puntos que suman punteadas en el punto preciso donde me encuentro. Camino hacia el vacío y siento tener el control de algo muy grande. Al capturarlo en mis manos pasa a la pequeñez. Estoy sobre el puente. Bajo el puente. Al lado del puente. Soy un puente y todos caminan sobre mí sus pisadas de miles de siglos sobre mí. Pesado pasado pisado sobre la madera de mi cuerpo de mis extremos. Soy la comunicación entre dos mundos. Un puente de guerra o un puente de paz. La comunicación sólo es posible en esos polos. O estamos en guerra o estamos en paz. Ya me había dicho que preparara el ejército y esta cruzada sería la de un siglo. Dos siglos. Si yo eligiera, viviría en paz. Más yo no pude elegir. Sólo preparación. Varios siglos de guerra. De edificios abandonados. Cadáveres y vestigios por todos lados. Y el puente allí imponente armable en 3 días. Justo para conectar con sus clavos aceros maderas cuerdas. La guerra puede durar décadas. Hay que detenerla pero como. Haciendo la paz. La reconstrucción de la entrega. La fluidez melancólica de la partida y la llegada. Entrego construcción de momentos. Caigo en el recuerdo de la época de paz. Comienzo marcando la línea del puñado de clavos que me enterraste. El acero estabilizó. El olor a ciprés cautivó nuestros sueños. Ahora sólo utilizo una cuerda tratando de atar lo que no partió. Cómo atarme al puente para no salir volando. Laceo lo más lejos que puedo y quedo cerca. Intento otra vez. Sigo intentando llegar lo más lejos para marcar el resto de pasos que haré. Pero pronto quedo colgando al aire. He caído. Pero mi mano me sujeta. Luego la otra. Estoy cayendo y se ve lejos el fondo. Pero no caigo. Una fuerza interior sale de mí. Me envuelve mi interior. Recordarte de lejos así de lejos lejos alejándome poquito a poco a punto de caer en tu recuerdo pero no caigo no caigo. No te llamo ni espero tu llamado. Solo sigo aquí Voy a caer, pero no caigo. Miro el precipicio. Cuántas veces lo miré pensando en tirarme. Tomar el impulso. Lo más fácil habría sido tirarme. Lo más difícil es olvidarte. Queda poco del puente. No sé si tendré energía para llegar. Esa fuerza interior se debilita con la exhalación. Debiera ser al revés. Debiera sentirme más fuerte con la inhalación. Pierdo fuerza. Cada vez pierdo un poco más. Pero la guerra sigue en pie. La bandera no se ve flameando. Ahora tengo que ser un arácnido para poder llegar. Construir la tela para alcanzar el otro lado. Son varios rayos arácnidos tejiendo. Como las abuelas. Sin parar. Sin dejar que un segundo suceda vacío. Tejo cada punto contando alargando el camino. Me encuentro con clavos marcan las puntadas. Un punto un clavo un punto un clavo. Los dejaré puestos para ver si llegan más hondo. Por ahora puntadas sin hilo. Puntadas con clavos. Puntadas con hilo. Puente de clavos arácnidos. Aprieta más la soga. Mis muñecas maniatadas me impiden avanzar. Debo esperar. El viento soplará y me llevará al otro lado. Este puente me ha dejado atrás. Atrás dejado ha puente este.

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