sábado

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El alba lo expresaban las aves en el magnolio. Estaba una vez más sentada frente al libro. Tenía los ojos aceituna y me temblaban las manos. Aún no podía continuar la lectura. Las preguntas se iban disipando más no entendía por qué no podía dejar de cavarme una fosa. Estaba ahí, sentada de piernas cruzadas. Cruzaba los dedos, cruzaba la idea de cambiar mi destino pero mis acciones cruzaban al camino distante. Distanciaba el hacer del decir y sabía que no tenía más salida que dejar de perforar con malas intenciones lo que iba haciendo. No recuerdo qué soñé. No puedo recordar otra cosa que la cantidad de hectáreas que tenía el zar en Rusia hace más de un siglo. Vivir con tanto, hacer tan poco. Estoy perdida entre mi vista y el libro. He recorrido seiscientos kilómetros diarios. Belleza pura de las palmeras en el camino. Movimiento de las hojas con el viento. Cocos, plátanos, mangos, girasoles. El agua de coco pasa por mi boca llega al estómago. Y en cada kilómetro chorros de sudor voy secando. Camino, ruedo, vuelo, nado al llegar al mar. El movimiento de las olas me envuelve. Caigo en la arena y me revuelco. El agua del coco me hidrata. Cada kilómetro una página. Cada página una palabra. Cada palabra fonemas morfemas sintaxis. La magia de la gramática nos mantiene conectados. El acto linguístico enunciado en el momento preciso determina la historia. Esta historia de movimientos de placas tectónicas, emergen del subsuelo llamas ardientes. Gases. Metamorfosis del rostro de la mirada. Abres los ojos. Ciérralos para ver. Creer en lo que veo. Huelo brisa marina lleno mis pulmones. Creer en lo que digo. Es preciso tomar agua de mar para despertar. Salta la imagen de nubes conduciendo mis palabras. Son sintagmas que busco comprender. Comprendo en sintagmas. Mi mano se extiende, alcanza la tapa del libro. Las yemas reconocen la suavidad de la dureza. Las páginas esperan ansiosas. La espera precisa compañera. Asumo que fui dura en un primer tiempo, me costaba asumir mis emociones. Te dejé en tu soledad, y ahora, me toca estar sola a mí. Busquemos recomponernos, busquemos una salida entre los pasillos que hemos recorrido. Seiscientos kilómetros diarios. Pasillos intrincados, vueltas y vueltas. Vueltas y vueltas en círculos concéntricos. Seiscientos kilómetros. En el kilómetro quinientos noventa había una gasolinera. El olor de las gasolineras es tan penetrante. Y no se puede fumar allí. A pesar de hacer el stop para ello. Si fumas explota y si no fumas te libras. Ya al kilómetro seiscientos he sudado lo suficiente. La sed de palabras. La sed de leer. Derritiendo los ojos. Escucho un hombre contarme su historia. La caída del mundo. Un desmayo. Alebrestarse alebrestado. En la espera. En el a punto de comenzar después de haber terminado de recorrer. Después estoy sentada aquí. Antes veía las llamas difundirse en la luna. Una vuelta escucho desatenta al hombre que ha atravesado túneles del siglo pasado. Otra vuelta me trae estar sobre mis rodillas, los pies me arden. Estoy. Mis ojos derretidos esperan. Las gasolineras se abastecen en el muelle. Los barcos petroleros repletan la bahía. Nadie puede fumar en 30 km alrededor. Estaba mirando el puzzle industrial. Fumé. El mundo se cae frente mío. Pasa. Me encuentro sentada. Antes ví venir la marejada y una almeja saludó. Después, me encontré teniendo la boca seca pues no supe dónde ir. Como dice la canción de cerati _ lo terrible del mar es morir de sed_ y ahy me la aguanto. Donde está el agua dulce. En el coco por ahora. Agua de coco. Coco de agua. Verde. Amarillo claro. Naranja. corazón blanco de agua. Seiscientos kilómetros más. Inflamable. Transformar la materia en energía. Ya me he consumido el cigarrillo ya he tomado agua. Y ahora. Faltan 10 kilómetros para los seiscientos porque quedan 600 más. Leo el mapa la brújula coordenadas espaciales me propongo despegar. Seiscientos kilómetros. La carretera y el viento rápido y feroz aleteando en la velocidad. Papeles papeles páginas páginas. Una ola tras otra en el mar indetenible de la idea. De los pensamientos. Preparo un mate estilo argentino con yerba rosamonte. A 35 grados a veces 30 a veces 40. Los cocos necesitan sol. Sol de yerba mate amargo. Sin mover la bombilla. Chupo. Pero sola claro. No le pasas el mate a nadie. Sola. La relleno de agua caliente y vuelvo a chupar. Líquido. Soy líquido. Espuma en la yerba. Si el mate lo tomamos entre todos, compartamos. Si no es posible prefiero un trago de jerez, dulce amargura me trae momentos en que prefiero estar en una gasolinera y prender el cigarillo. Ya llevo tres frente a estas páginas, sólo me recuerda lo que dice Spinetta "la memoria me resulta complicada, no recuerdo ni de las cosas que leía", luego. La sal puede deshidratar, pero también me trae energía. Natural. Después me encuentro sintiendo estas rodillas. Antes me encuentro preguntándome dónde me apropié de tí. ¿cuándo? sin querer caer una vez más en las preguntas, dejo que las olas y sus trenes me lleven. Olas y olas me llevan, olas y olas me devuelven, nos encontraremos mañana en el camino. Camino seiscientos kilómetros más para encontrarme con un trago, lo sé. Líquido está en mí, si no la luz de la luna no generaría tales efectos. La luna posada sobre la carretera, asfalto caliente, rayas blancas y ese espejismo de agua al fondo, rayos, el sabor de la lluvia y el grito de un gato me alerta. Un encuentro. Un posible encuentro entre nosotros. Para desaparecer justo detrás de las palabras. Así desaparece la idea. En el camino de tierra paso por paso. La historia del cambio del color de piel tostada por el sol. Usted. Me sigue. Sabe en qué punto de los seiscientos kilómetros estamos de pie. Porque seguimos de pie. Y seguiremos. Aunque la piel cambie, el cabello, las uñas, eso del cuerpo que somos. Eso que soy en mi cuerpo. Soy de pie. Soy sentada frente al libro viendo cómo nuestros caminos probablemente se crucen. Dentro de las facultades que puede encerrar esta pieza, está la de verme sentada, están las páginas, estás en las páginas. Me veo sentada y grito. La necesidad de exclamar desde las entrañas aquellos kilómetros silenciados. Me pongo de pie dejando el libro a un lado. Busco la puerta miro la ventana el libro en mi mano. Las nuevas palabras. La marcha del tiempo. La marcha del tiempo. Antes el tic tac hoy el reloj es de arena. Minúsculos granos de arena caen sumando el tiempo. Más páginas. Más olas y más cocos caen caen las ramas voluminosas. Dentro fuera. Sin límite o frontera. Frontera de sal. Salvación Es mi moción. Los seiscientos kilómetros recorridos. Los que vendrán. Es mi movimiento, el mover de las olas. El mar y el tiempo encuentran su sincronía en la arena. Pequeños granos que se disuelven en mis manos. Mis pies están en este living, mis manos se encuentran donde no puedes mirarlas. Traigo conmigo canciones, lejanos sonidos que hacen eco en el romper de las olas. Las páginas se abren por arte de magia. ''Llamamos pronombres los nombres que significan primera segunda o tercera persona, ya expresen esta sola idea, ya la asocien con otra'' el pronombre nos ubica en la situación comunicativa concreta. Entonces yo soy. Me ubico en tiempo y espacio como si alguna vez estuve perdido. Ya no se trata de brújulas. Me sumerjo en la gramática tratando de comprender el misterio del lenguaje. Este código tan raro. Español. Lengua romance. Hermosa lengua de novelas de caballería e historias juglarescas. Don Quijote se me aparece combatiendo los molinos de viento y soy yo armado de pie a cabeza a punto de dar la estocada. La punta de la espada ilumina su ojo izquierdo. Parpadeo como en aleteo de lepidoptera. Don Quijote me mira sin entender. El aleteo inunda mi mente y siento que yo voy a salir volando de ahí. Veo a Don Quijote desde el cielo, suelto la espada. Me elevo. Mente en negro. Olor a nubes. Cuando abro los ojos estoy de frente al cielo. Por ahy debe andar san pedro así que me esquivo me muevo entre las nubes, agua evaporada, floto. Don quijote por allá abajo continúa su aventura. Ahora me toca volar y siento que soy un pájaro. Una gaviota en picada. El cielo es un mar de colores esta tarde. La aurora de rosáceos dedos se muestra en esplendor. Apunto directo al mar para alimentarme de un pez. Cadena alimenticia. Cadena trófica. Me encadenan a seguir viviendo. Energía producida. Energía liberada. El mar arcoiris llama a zambullirse. Me hundo sin querer salir a flote, a pesar que la salinidad es más fuerte a mi masa corporal. Buceo buscando un cardumen. Voy en contra de la corriente. Los corales de colores ocultan en su interior seres brillantes, fluorescentes. El plancton brilla, los peces me saludan y me envuelven entre aletas nadando hacia mí, a mi alrededor. No juego con anzuelos pero ser pez me puede llevar a morder la carnada. Carnada. He mordido el anzuelo. Creo morir. Necesito oxígeno. Puhj puhj ahj ajh aire aire. Aleteo agonizante. La sal se mezcla con mi sangre. La vista se nubla. La marea me mueve. Yo intento mover mis piernas. Me queda poca fuerza. Ya no tengo oxígeno. De a poco siento mi cuerpo salir a flote. Alzo la vista, veo el azul del cielo. Un pelícano merodea. Trato de gritar. Trago agua, me hundo un poco más. Escapar de aquí. Debo salir. Escupo el anzuelo y continuo nadando, nado, nado, la nada me envuelve. Seiscientos kilómetros diarios. Continúan las páginas cuando decido fumar otro cigarrillo mágico nostálgico me parece que se acerca el amanecer y ya vendrá otro café temprano para continuar en los seiscientos del día. 65 páginas antes de las 12.00m. -para tenerlo claro. Leer mientras ruedas, en el bus, en el metro, en el camino mientras esperas la hora. Allí pasas la página 1 minuto o dos a veces 5 o 20 días en una cuartilla. El tiempo se difumina en las páginas. Seguir líneas uniones de palabras con los ojos y manos. Seguir entre líneas con el entrecejo. Seguir en palabras entre las palabras. La nada abriga el alba. Después oigo unas raras en el jardín. Antes un cigarrillo para continuar. Si el magnolio comienza a florecer, es el momento. El libro tiene mi vista perdida. Me pierdo en las definiciones del verbo y sus 3 paradigmas de conjugaciones amar comer dormir trabajar leer vivir jugar coger escribir así voy conjugando yo amo tu amas el ama ahora en pretérito yo ame copretérito yo amaba ante futuro habré escrito pospretérito viviría. Así voy leyendo y descifrando mi lengua.

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